Se evidencia debilidad en protocolos para tratar el infarto cardíaco
El debate que ha surgido en las últimas semanas entre especialistas de la cardiología entorno al manejo médico del infarto cardíaco, pone en evidencia tres debilidades del Sistema de Salud de República Dominicana: Falta de guías y protocolos de atención fuertes; falta de adherencias del personal de salud a los existentes y falta de supervisión de su aplicación.

Coordinador del programa demanda de las autoridades un protocolo que obligue a la aplicación del trombolítico como primer paso en pacientes con infarto cardíaco.
Esas posiciones que han surgido entre especialistas de la misma rama médica sobre la aplicación de la terapia trombolítica y la angioplastia o cateterismo, llevan a recordar un análisis periodístico que publiqué en Listín Diario en el 2020 cuando la pandemia de Covid-19 arrancaba cientos de vidas, donde planteaba que cada médico tenía su propio “librito” para tratar al paciente con Covid-19, lo cual se mantiene aún cinco años después.
Sabemos de una lista larga de guías y protocolos de atención que el Ministerio de Salud Pública ha ido poniendo en marcha a lo largo de los años, donde hasta el 2020 había unos 170 documentos de este tipo, cifra que han seguido en aumento, y actualmente se trabaja en otras más, pero aquí las preguntas que surgen, son ¿quién supervisa la implementación, adherencia o apego del personal de salud a sus lineamientos?, y además, ¿quién mide sus resultados?
De esto podría citar dos ejemplos sencillos y antiguos, como son el “lavado de manos”, donde estudios indican que cerca del 50% del personal de salud no cumple con los estándares requeridos de lavado de manos en los establecimientos de salud y los protocolos de atención al dengue, que, aunque esas guías se han presentado en diferentes versiones, incluyendo digital y de bolsillo, el manejo de éste paciente constituye una preocupación repetitiva cada año.
Las posiciones
En torno a la atención al infarto cardíaco, la primera voz de alerta sobre el tema la emitió el cardiólogo Fulgencio Severino, jefe del Servicio de Cardiología del hospital Salvador B. Gautier, quien dice que pese a que el país cuenta con la terapia para diluir trombos en 30 hospitales, con frecuencia allí no la aplican y el paciente es referido a sala de cateterismo.
Alega, que, para llegar a esos servicios, muchas veces se requiere recorrer largas distancias, con lo que se pierde tiempo y el paciente corre riesgo de caer en fallo o insuficiencia cardíaca. El doctor Severino coordina el Programa Nacional de Reperfusión Coronaria (PRONARCOR), que es dirigido por PROMESE.
La insuficiencia cardiaca es una complicación que, además de tener una alta mortalidad, lleva al paciente a tener un costoso tratamiento de por vida, estimado en unos 15 mil pesos mensuales, cifras que se elevan, tomando en cuenta que muchos de ellos tienen otras enfermedades no transmisibles, como la diabetes y la hipertensión.
La petición del doctor Severino a las autoridades es la de disponer de un protocolo que establezca que ningún paciente que llegue a un hospital público en tiempo para ser trombolizado, pueda ser sacado para un servicio de cateterismo, sin antes aplicarle ese medicamento, con esto, entiende se reduciría la alta incidencia de insuficiencia cardiaca entre los pacientes dominicanos.
Ante lo expresado por el cardiólogo Severino, surgió la posición de la Asociación Dominicana de Cardiólogos Intervencionistas que asegura que la angioplastia primaria o cateterismo es el tratamiento de elección en pacientes con infartos cardiacos y que la trombólisis debería administrarse sólo cuando no haya otra opción viable.
La entidad afirma que el problema real es el retraso en la aplicación de la reperfusión y no la elección de cateterismo sobre la trombólisis. Cita que el verdadero desafío en República Dominicana no es que los médicos prefieran la angioplastia sobre la trombólisis, sino la falta de un sistema eficiente de redes de atención cardiovascular.
Sobre el tema, reaccionó también la Sociedad Dominicana de Cardiólogos Intervencionistas, que considera que la trombólisis es el “salvavidas inmediato” para pacientes que tienen más de 120 minutos de haber iniciado el evento cardiaco y que la mayoría de los pacientes en el país no tienen acceso a una angioplastia en el tiempo oportuno.
Considera urgente que en el país se establezca un sistema nacional o “Código Infarto” que garantice trombólisis temprana en centros sin hemodinamia, para salvar vidas y señala que la reperfusión temprana es un arma crucial para frenar la muerte y la discapacidad, ya sea a través de la trombólisis (terapia anticoagulante) o la angioplastia (apertura mecánica) o cateterismo.
Alta mortalidad
En lo que todos los especialistas coinciden es en el grave impacto que representan las enfermedades cardíacas en el país y en las debilidades que tiene el sistema de salud dominicano para garantizar el acceso a una atención oportuna para estos pacientes. Las cifras ubican a las cardiovasculares como la primera causa de muerte.
Se estima que una de cada tres personas que mueren en el país es por enfermedad cardiovascular y que sin una respuesta adecuada al infarto cardiaco, el 50% de los pacientes terminan con insuficiencia, que es una complicación graves, porque el paciente se inflama; debe dormir casi sentado, porque le falta aire; no puede caminar, porque se cansa y no puede trabajar ni hacer una vida normal.
Estudios realizados por el doctor Severino indican que dos de cada tres pacientes que sufren infartos cardiacos son del régimen subsidiado y que a los 30 días después del evento, termina en fallo cardiaco.
La decisión
Mientras continúa el debate, corresponde a las autoridades de Salud Pública como organismo rector del sistema de salud y responsable de establecer los protocolos y guías de atención; al Servicio Nacional de Salud (SNS), encargado de la atención que se brinda a los pacientes a través de la red de establecimientos públicos de salud y a las Administradoras de Riesgos de Salud (ARSs), responsables de velar por el buen manejo del paciente, tomar partida al respecto y poner reglas de juego claras que beneficien a los pacientes.