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MIRANDO POR EL RETROVISOR

La habilidad de los dominicanos para enmascarar la infelicidad

Dos cualidades que reconocen los turistas que visitan el país a los dominicanos son su alegría y amabilidad. Si pudiéramos medir el aporte de esos dos elementos inmensurables a ese pujante sector de la economía nacional, comprobaríamos que han sido vitales para el desarrollo de la llamada industria sin chimeneas.

Por esa razón, en medio de la barahúnda con ribetes internacionales que provocó en el país la desaparición de la turista india, Sudiksha Konanki, caso al que se le buscó el mejor de los bajaderos, precisamente para evitar un daño a la imagen de ese importante sector de la economía nacional, a mí me llamó la atención otra información divulgada por agencias de noticias internacionales, pero que en el plano local pasó casi desapercibida.

Pienso que el caso Konanki pasará a la historia –ojalá equivocarme- como uno más en que nunca sabremos los reales detalles e implicaciones que envolvieron ese suceso. Haga memoria a un caso reciente, amable lector, y verá como ha quedado en un limbo jurídico el asesinato de la joven Paula Santana Escalante, cuyo cadáver fue hallado el 21 de febrero de 2024 en una alcantarilla cerca de la empresa de zona franca donde laboraba, en la autopista Las Américas.

El ministerio público, tan raudo para filtrar algunos expedientes con todos sus detalles, no ha divulgado el interrogatorio que practicó la procuradora general de la República, Yeni Berenice Reynoso, al joven Joshua Steven Riibe, tratado siempre como testigo del caso, ni el resultado del descenso que realizó con él para recrear los hechos a la playa del hotel RIU en Punta Cana, donde ocurrió la misteriosa desaparición.

Pero volviendo a la información que llamó mi atención, puso de manifiesto que, según un ranking de felicidad, los dominicanos son menos felices que hace un año, cayendo de la posición 69 a la 76.

El Informe Mundial de la Felicidad 2025, divulgado el pasado miércoles por la red de soluciones para el desarrollo sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), determinó que Finlandia, por octavo año consecutivo, sigue siendo el país donde sus ciudadanos son más felices.

Dinamarca, Islandia y Suecia, todos países nórdicos, se ubicaron detrás Finlandia entre los primeros diez, con sólo dos naciones latinoamericanas por primera vez en ese prestigioso decálogo: Costa Rica y México, en el sexto y décimo lugar, respectivamente.

Estados Unidos cayó al puesto 24, su peor resultado desde la primera publicación del informe en 2012, y el último lugar de la lista de 143 países lo ocupa Afganistán, afectado actualmente por una crisis humanitaria.

¿Por qué Finlandia está en la cima del ranking? He aquí algunas razones expuestas para que así sea, pese a que hasta hace poco era considerada, según publicaciones de esas agencias internacionales, la "hermana pobre" de los países nórdicos.

Los finlandeses son más felices porque hay un gobierno que funciona bien y el Estado contribuye al bienestar de su población.

Los finlandeses son más felices porque hay un gobierno que funciona bien y el Estado contribuye al bienestar de su población.EXTERNA

El Informe sobre la felicidad en el mundo toma en cuenta seis factores claves: apoyo social, ingreso, esperanza de vida con buena salud, libertad, generosidad y ausencia de corrupción, sin centrarse tanto en la frecuencia con que la gente sonríe o se muestra triste.

Los finlandeses son más felices porque hay un gobierno que funciona bien y el Estado contribuye al bienestar de su población, cubriendo las necesidades elementales, como sanidad pública, educación de calidad, seguridad ciudadana, alto sentido de la autonomía, libertad de expresión y bajo nivel de corrupción en comparación con otros países.

Y un detallito interesante, los países nórdicos que lideran el listado, están entre los mejores lugares en cuanto a tasas esperadas y reales de devolución de carteras perdidas.

La economía de Finlandia también ha ido creciendo sostenidamente, hasta colocarse como una de las más ricas del mundo. En ese país el Estado vela, además, por la conservación de sus recursos naturales, que el pueblo también cuida y los disfruta.

Y lo extraño de este resultado es que, contrario a los dominicanos que son en su gran mayoría bullangueros, los finlandeses son tímidos y reservados al momento de mostrar sus emociones.

¿Por qué República Dominicana bajo siete lugares en ese ranking?

En las razones deberían hurgar con seriedad nuestras autoridades, tan proclives a ocultar y maquillar cifras que de por sí llegan alteradas por el subregistro. Por ejemplo, una persona sufre un accidente de tránsito, pero muere tres meses después por las secuelas, jamás aparecerá entre los fallecidos por siniestros viales.

Pero como los gobiernos son apáticos cuando se trata de evaluar cifras como esas, les citó algunas razones del declive del país en ese ranking de felicidad, a la vista de todos.

Servicios públicos cada día más deficientes, especialmente salud, educación, recogida de basura, suministro de electricidad y transporte público.

Un tránsito cada día más caótico que genera estrés en las vías públicas, una creciente inseguridad ciudadana, desempleo, alto costo de la vida, la desbordada inmigración de haitianos a nuestro territorio y, lo peor, la pérdida de la esperanza en el destino de República Dominicana como nación próspera y desarrollada, lo que empuja a miles a buscar frenéticamente el sueño americano o europeo.

Existe lo que se llama “depresión sonriente”, término usado para designar a una persona que padece ese trastorno mental, pero ante los demás se muestra feliz y contenta.

La “depresión sonriente” es más difícil de detectar que la típica porque las señales no son tan evidentes. La persona muestra que lleva una vida idílica, mucho más en las redes sociales, donde tanta gente exhibe una realidad muy diferente a la que realmente enfrenta.

A esto se suma también la presión de una sociedad que asume la felicidad como el estado natural del ser humano, minimizando las angustias de una persona bajo ansiedad o depresión, e invitándola a “darle una patada” a los estresores de la vida.

Esa es la razón de que expertos en la salud mental hayan acuñado la expresión “dictadura de la felicidad”, porque padecer depresión se considera socialmente una expresión de debilidad, a la que el ser humano nunca debe darle cabida.

Eso influye en que también las personas anancásticas, trastorno caracterizado por una preocupación patológica por el perfeccionismo y el orden, sean las más propensas a padecer “depresión sonriente”. Estas personas son más exigentes consigo mismas y con los demás, mostrando patrones de conducta rígidos e inflexibles.

Siempre recuerdo en estos casos la conclusión de la psicóloga chilena Marcela Lechuga, en una entrevista que le hice para Listín Diario en 2018: “El estrés es parte de la vida”.

En esa oportunidad, su invitación fue a asumir las situaciones inciertas y traumáticas de la vida como desafíos y no como amenazas para la sobrevivencia, y considerar al estrés como un aliado para vencerlas.

Una gran parte de los dominicanos ha aprendido a enmascarar su infelicidad mostrándose alegres y contentos. Por eso la salida es darse unos tragos los fines de semana para botar el “estrés”, el “escuatro” y hasta el “escinco”, exhibiendo una cara feliz que se desvanece cuando llega el lunes y, con ese día, los avatares de una sociedad que no marcha bien como Finlandia y donde el Estado se esfuerza poco para garantizar el bienestar de sus ciudadanos.

En medio del tránsito caótico, los dominicanos suelen poner música y hasta chatear, resignados ante una realidad que debería generar una presión nacional para propiciar cambios.

Estados Unidos bajó en el ranking de la felicidad porque es uno de los pocos países que registra un aumento en las "muertes por desesperación", especialmente por suicidio y el consumo excesivo de drogas.

No hay que esperar a que la población entre en un estado de desesperación para atacar con firmeza los males que contribuyen a que los dominicanos sean ahora menos felices.

Una población feliz seguirá haciéndole mucho bien al turismo en el país y a la imagen que proyectamos hacia el exterior, pero también evitando que hechos como el de Sudiksha Konanki y Paula Santana Escalante, queden en un limbo jurídico y en la dolorosa impunidad.

De esa manera enviamos un claro mensaje a turistas e inversionistas extranjeros de que República Dominicana es un Estado Social y Democrático de Derecho, con seguridad jurídica.

Una nación donde su gente es realmente feliz y no tiene la necesidad de enmascarar sus frustraciones.