La larga agonía del chele
Recientemente expedí un cheque personal por la suma de RD$118,211.66 para pagar una factura. Varios días después el beneficiario del cheque me llamó para decirme que el banco se lo había devuelto. Me causó sorpresa porque la cuenta bancaria tenía suficiente fondos y además soy bastante cuidadoso al confeccionar los cheques. Posteriormente pude constatar que el problema fue que la cifra en número y en palabras tenía una diferencia en los centavos.
Frente a ese percance me he preguntado cual es la razón por la cual todavía se insiste en incluir los centavos en las transacciones monetarias que se realizan en nuestro país, cuando ya desde hace mucho tiempo los centavos o cheles han desaparecido físicamente. Eso me llevó a la memoria la década de los 40, cuando mis padres me daban 5 cheles para ir a la escuela lo que me alcanzaba para comprar un helado de tamarindo de 2 cheles a Doña Panchita y también una fundita de gofio.
La moneda de centavo, mejor conocida como chele en el argot popular de nuestro país, se dejó de acuñar en el 1961, como también se dejaron de acuñar otras monedas de centavos de más alta denominación, pues desde hace mucho tiempo no hay absolutamente nada en nuestro país que se pueda adquirir con cheles. Porqué entonces todavía perdura esta denominación en muchas operaciones financieras que se realizan diariamente.
A manera de ejemplo, todavía la DGII incluye los centavos en el cobro de impuestos aunque sean de millones o cientos de miles de pesos. Una situación más incomprensible sucede en las transacciones bancarias donde los bancos mantienen balances con sus clientes incluyendo los centavos, pero al publicar sus estados financieros los omiten. Esto nos indica que ya internamente decidieron redondear los balances que publican, asumiendo las ganancias o pérdidas implícitas en el redondeo.
Podemos asumir entonces que lo que procede es que la Junta Monetaria les indique a las instituciones financieras del país que modifiquen sus programas tecnológicos para que a partir de una fecha determinada asuman, como lo están haciendo, el redondeo como proceso natural de operación, incluyendo sus operaciones con los clientes.
En conclusión ya no se debe posponer más la larga agonía del chele, dejémosle morir en paz, al igual que le sucedió a la Mota de Lilís. Hagámosle un merecido funeral pues por varias décadas llenó ampliamente su cometido.