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el bulevar de la vida

La barbarie: Ahora sí que somos pobres

Dice María del Carmen, mi asistente de IA: “Según el Observatorio Permanente de Seguridad Vial, en 2024 fallecieron 3,114 personas en colisiones viales, lo que equivale, en promedio, a ocho muertes diarias”. Poco queda por decir, sobre lo que para las familias, el sistema de salud y las arcas del estado representan esas muertes.

El número de “coaliciones viales” aumenta, pero siguen nuestras autoridades convencidas de que, con mensajes educativos y cursillos de cristiandad vehicular, se puede resolver la falta de autoridad en nuestras calles.

Mucho sospecho que, como las anteriores, nuestras actuales autoridades saben lo que tienen que hacer (para eso tienen leyes y la exclusividad de la violencia), pero no están dispuestos a pagar el precio de llevar a los bandoleros del volante o del timón a la legalidad que conduce a la civilización. ¡Y la barbarie nos está cercando!

La vorágine aumenta porque cada día aumenta el número de ciudadanos que, marcados por su tanto padecer y su indefensión en nuestras calles, de deciden a “bravear” y se suman al irrespeto absoluto del otro, de las leyes, y de la más mínima regla de urbanidad.

Somos una selva de neón donde el conductor de una motocicleta está convencido de que no tiene ninguna obligación de respetar las leyes de tránsito, por eso circula sin “seguro”, sin licencia de conducir, y por no tener, su motor no tiene ni siquiera una matrícula que certifique su existencia, su proveniencia, el nombre de su propietario.

Como ocurre también con la delincuencia, el caos de tránsito no ocurre solamente en cualquier parte de Villa Mella, El Faro, o en la calle Emma Balaguer de Los Girasoles, sino también en cualquiera lugar de nuestra modernísima city o polígono central, desde la 27 con Churchill a la Lincoln con Gustavo Mejía Ricart.

Como hicieron con la corrupción, nuestros gobiernos han competido en lo de lograr democratizar el caos del tránsito que, como también ocurrió con la delincuencia hace treinta años, hasta hace poco solo era asunto de algunos puntos en barrios calientes de la ciudad, y hoy está en cualquier lugar de la ciudad y a cualquier hora.

Crecemos como China, lideramos en Turismo como un París caribeño y soleado.

Quién lo diría, tan ricos del PIB, tan celebrados y tan huérfanos en las calles, el barrio, la esquina.

Joder. ¡Ahora sí que somos pobres!

//BOTON TEMPORAL FLIPPAY