Umbral
El cierre del congreso de la FP
La mañana pareció haber retrasado su luz dorada y la noche insistía en anclarse en las estrellas: la impaciencia de los cuadros partidarios estallaba en adrenalina, en extrasístoles; querían estar temprano para el cierre de la danza de las ideas, por ello, las 10 AM resultaba una cita lejana, y comenzaron a agolparse desde que el alba les abrió las puertas; y el quorum, madrugado, no tuvo otra opción que repartirse en apretones de manos, en abrazos, en diálogos no agendados que adelantaron debates y se perdieron, a veces, en temas banales, a veces en conversaciones de hondos sentidos: palabras yendo y viniendo entre ceños fruncidos, risas, sonrisas y carcajadas que retumbaban sin ecos como un abejeo armónico que encajaba en un acto ordenado y bien cuidado, como presagiando los excitantes y conmovedores momentos que las lágrimas y los aplausos adornaron.
El prefacio fue un jolgorio ordenado de “pasilleos” alegres, que ya sin prisa, y enfundado en el rito del hábito, se enfiló hacia la puerta de entrada para ver llegar al inspirador y creador de la Fuerza del Pueblo (FP) y batir sus manos al ritmo del grito ¿de guerra? “ruge, ruge el león”. A partir de aquella escena el guión, con ciertos desvíos provocados por el paroxismo, se adueñó del sitio para dar inicio al desfile de palabras, todas infladas de entusiasmo, que sirvieron de arenga, de lluvias motivadoras, de discursos explicativos, informes minuciosos, detallados y, también (y, sobre todo) de charla política con rango académico: didáctica y reflexiva. Nada pareció escaparse, nada pareció salirse de su lugar, salvo quizás, algún fallo técnico que le quitó el aderezo internacional preparado con esmero e ingredientes exóticos de los servidos en platos dominicales.
Todo fue organizado como nunca. Allí se sintió la mística que se veía asomar desde que la formación se fue levantando ladrillo a ladrillo con el barro heredado de El Maestro, del Padre Espiritual; de Juan Bosch, allí presente en cada semilla sembrada desde viejos proyectos. Ya las 21 mesas temáticas, con sus apéndices, habían parido sus frutos: ordenamiento interno, haz y espíritu (perfil ideológico), sus nuevas correas de transmisión (de doble vía) para el amorío popular, herramientas y garras para defender los intereses del pueblo dominicano; mallete para golpear, desde la autoridad orgánica, la indisciplina; para golpear las tentaciones y vicios que vienen con la naturaleza humana y la contaminación de desvíos sociales que pudren a las organizaciones y las gangrenan si falla el régimen de consecuencias; la ética para la realización del trabajo decente que garantice resultados limpios.
El encuentro era a la vez una asamblea política y reunión familiar, donde el líder y el padre seducía y advertía, abrazaba, aconsejaba y reprendía. Describió el mundo distópico de Abinader vendido por éste como un edén sin las manzanas de la inflación, sin las manzanas del alto endeudamiento, sin las manzanas de la improvisación, sin las manzanas de la corrupción evidente y encubierta; sin las manzanas del peso que se deprecia, sin las manzanas de la criminalidad que tiene aterrorizada a la población; sin las manzanas del deterioro en los servicios de salud, educación, pasaporte, energía; sin las manzanas de la falta de inversión en obras públicas, sin las manzanas de la ineptitud e incapacidad. Pero delineó también el futuro que le espera al país de la mano de una FP que irrumpe en el escenario político como un instrumento que nace como producto de la evolución de la sociedad global que sepulta los viejos modelos de partidos, gobiernos y Estado que responden a la tierra, el capital y el trabajo como base para la producción y no del conocimiento como clave productiva.