SIN PAÑOS TIBIOS
Cuevas del Pomier: día cero
La constitución ordena que cada 27 de febrero el presidente de la república rinda cuentas ante el congreso de su gestión del año anterior, aunque en los hechos, el evento sirve como plataforma política y mediática de su gobierno. La práctica asocia la fecha, más que con rendición de cuentas en formato contable, como el momento donde el capitán del barco establece el rumbo que tomará y los motivos que lo justifican.
La lectura de los discursos en formato sucesivo y lineal permite –en retrospectiva– determinar los límites del marco mental de cada presidente, su sistema de valores, principios y prioridades. En definitiva, qué les importa y qué no.
Obras públicas, salud, agricultura, educación, economía, empleo, seguridad, son algunos de los temas que nunca se quedarán en un discurso. Primero, porque el poder adora la varilla y el cemento, fundamentos de las obras imperecederas que servirán de testimonio material de sus ejecuciones. Segundo, porque con la Pirámide de Maslow basta para construir un buen discurso, porque a la gente le importa precisamente lo necesario para vivir.
Hay grandes ausentes en los discursos presidenciales del 27. Cada ministerio, dirección o instituto envía su listado de ejecuciones y luego, el redactor tiene que priorizar, editar y “empatar” contenido, y eso requiere arte, técnica y también elegancia. Una vez el Frankenstein está ensamblado, toca darle vida con florituras verbales, expresiones rimbombantes, declaraciones maximalistas, frases cohetes y muletillas locales. Siempre ha sido así, nada hay que extrañar ni criticar al respecto.
A veces los discursos contienen un hito declarativo que funciona como parteaguas del gobierno o “signo distintivo” de la gestión (el 97/3 de Danilo, por ejemplo). En el día de hoy, el presidente Luis Abinader informará al país de cuál será la solución definitiva en torno al problema de la extracción minera en las Cuevas del Pomier.
En sus cinco discursos de rendición de cuentas, este será el primero que abordará el tema ambiental con principalía, tema obviado en los anteriores.
De manera valiente y responsable, el presidente y su ministro de medioambiente han abordado y enfrentado un problema de cuatro décadas, al que todos los gobiernos y presidentes le “sacaron el cuerpo”, verdades sean dichas. Decir que lo hace tarde o forzado por las circunstancias es ser mezquino. Lo que importa es que la decisión está tomada y que, dependiendo de lo que diga, certificará ante la historia una vocación de conservación ambiental que deberá ser reconocida.
El presidente tiene la obligación moral, legal e histórica de ordenar el cese inmediato de las operaciones mineras en Pomier; disponer que los militares movilizados en la zona el día de ayer garanticen la integridad de la reserva; y hacer que las empresas mineras responsables del daño ambiental se hagan cargo de su remediación.
Con esas medidas, Luis Abinader no se casará con la gloria, eso lo decidirá la historia, pero si protegerá un legado ecológico y cultural que pertenece a todos los dominicanos. Y así será.