Umbral
Leonel y el crecimiento económico
El debate coyuntural está, por lo general, contaminado por la pasión que produce la lucha de intereses que dirige la discusión hacia la construcción de un relato en el que la verdad no necesariamente juega un papel central. Lo central se enfoca en convencer al público de la bondad de un discurso sobre otro; por ello, el dato, sin pasar por el tamiz del tiempo, es confrontado con otro más flexible, sujeto a las interpretaciones, a prismas que se ajusten al objetivo perseguido. En ese sentido, la objetividad se sustituye por la suma de opiniones, la adhesión a la narrativa y, con esos fines, se busca el dominio mediático para crear una falsa verdad que llegue a consumirse como axioma, pues al dominar la opinión pública con habilidad y la fina estrategia de posicionamiento, a través de recursos económicos, o la capacidad de manipulación, cooptación, amenazas, mordaza; represión abierta o discreta, se generan las condiciones para un difícil cuestionamiento al dato alternativo y del momento, incapaz de resistir las pisadas implacables del reloj.
En este juego de opiniones interpretativas, muchas veces carentes de rigor, entran abogados, economistas e, incluso, historiadores que apuestan, siempre respondiendo a los intereses que representan, a falsear el presente y el futuro para saquear la verdad y hurtar y mudar méritos, como forma de encubrir incapacidades y reducir el desempeño ajeno, como recursos para imponerse en una competencia de la que el contrario muchas veces ni se entera, porque, precisamente, su mirada no está puesta en la coyuntura, sino en el largo plazo, que va más allá de su gestión, más allá de cuestiones personales, o grupales, ya que su mirada es abierta, integradora, integral e inclusiva, y lo que gestiona o se propone gestionar tiene el respaldo del interés por la eficiencia y no la marca del narcisismo que distrae, desenfoca y termina desembocando en el fracaso que se quiere ocultar falseando la realidad.
El preámbulo, necesario para servir datos ya reposados, que han rebasado el rigor de la revisión fría del tiempo, cuenta mucho para que el lector vea de manera reflexiva lo que ha ocurrido en los diferentes gobiernos, desde la llegada al poder de Antonio Guzmán Fernández en 1979, hasta el ascenso al mismo de Luis Abinader. Pues bien, aquí estos flemáticos números por partidos y presidentes que nos permiten ver el desempeño en materia económica de cada cual, de acuerdo a cifras del Banco Mundial, que nos informan que durante el cuatrienio de Antonio Guzmán (1978-1982), la economía creció a un promedio de 4.7%; que durante la administración de Salvador Jorge Blanco (1982-1984) el país creció un 1.3%; que en la gestión de Hipólito Mejía (2000-2004) crecimos 2.6% y en lo que va de este gobierno de Luis Abinader (calculado con el rebote estadístico para darle el beneficio de la crisis pandémica) 4%. Así que, promediando los cuatro gobiernos del PRD/PRM, el crecimiento se sitúa en 3.1%.
También, de acuerdo con las cifras del BM, durante la primera gestión del expresidente Leonel Fernández (1996-2000) la economía creció 6.8%, y durante los dos períodos siguientes (2004-2008/2008-2012) ésta alcanzó un crecimiento de 5.5%. Hay que recordar que ya en 2007 se comenzaba a incubar la crisis económica mundial, denominada como la Gran Recesión, que contrajo la economía mundial; es la tercera crisis del capitalismo, luego de la Depresión Prolongada de 1873 y la Gran Depresión de 1929; todas originadas en los Estados Unidos. En fin, que el promedio de crecimiento de los tres períodos en los que gobernó Fernández fue de 6.1%. Finalmente, durante las dos gestiones de Danilo Medina (2012-2016/2016-2020) el promedio de crecimiento fue de 4.8%.