La tierra del centro
Cuando el instinto nos mueve a buscar ese helado en la nevera, y al abrir el envase encontramos habichuelas congeladas (con escarchita), no voy a decir que nos pongamos filosóficos, pero merece la pena reflexionar. Lo menciono porque desde hace algunos años estamos frente a una escena igualmente chocante y nos toca hacer una revisión. El concierto de las naciones en la última década parece estar muy influenciado por dos modelos de gobierno: uno que prioriza una nivelación universal de clases por encima de las agendas nacionales y relajando las estructuras; y otro de poder concentrado, orientado a resultados económicos y territoriales.
En relación con el primero, creo que es importante recordar una publicación del Foro Económico Mundial (FEM) de 2016, llamada “Ocho predicciones para 2030”. Allí, la primera predicción lee: “No serás dueño de nada y serás feliz” [1]. Quizás a raíz de las preocupaciones por las serias implicaciones que se pueden inferir de un concepto como este, Reuters reportó en 2021 que dicha institución no tiene como meta “dejar a todo el mundo sin propiedad privada para 2030” [2]. El material también incluye la predicción: “Los valores occidentales habrán sido probados a punto de quiebre”.
Lo que preocupaba entonces, y ahora, no es solo que ya la humanidad ha experimentado con algunos de estos conceptos, trayendo el primero de ellos resultados catastróficos en la antigua Unión Soviética y China. También llama a la atención que algunas de estas predicciones sean parte del inventario de expectativas del FEM, uno de los espacios de mayor influencia global en nuestro tiempo. Como el mismo Klaus Schuab declaró: “Davos ha sido un lugar en el que cambios incipientes en el mundo son discernidos primero, y donde las ideas para cambios que han sacudido el mundo han sido concebidas o refinadas.” (The World Economic Forum: A Partner in Shaping History 1971–2020, p. 9) [2]. Luego está el modelo antagónico al primero, predicando autonomía, prometiendo crecimiento económico y fortalecimiento de la identidad nacional, enmarcado a veces en un excepcionalismo que podría llegar a ser peligroso, y modelando altas concentraciones de poder.
Hay que aclarar que, al menos en Occidente, no se garantizan exclusividades, muchas democracias cansadas prometen alternar estos dos modelos indefinidamente en ausencia de propuestas balanceadas. Y luego está República Dominicana, un país imperfecto, pero que puede presumir de su béisbol, volibol, café, cacao, tabaco, de ser pionero en reciclaje de envases de helado para congelar habichuelas y de su histórico sistema de centro. Esto último implica un balance muy estable de perspectiva que en los últimos 30 años le ha permitido crecimiento económico, priorizando también garantías de derechos fundamentales, distribución de poder y libertad de expresión.
Pero va a ser un reto mantener ese clima en las próximas décadas. Será difícil que este breve período en el que las democracias estables se volvieron aspiracionales, y que inició sobre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, sobreviva al antiguo instinto humano de avasallar o anarquizar. De esa guerra no quedan padres ni abuelos que recuerden su crueldad o por qué es importante el equilibrio. Deseo que en unas décadas provoque sorpresa ver a RD siendo aún un lugar de estabilidad integral, libertades, compromisos, y dinamismo económico… el frasco de habichuelas congeladas en el que encontramos helado.
El doctor Jesús D’Alessandro es arquitecto, director de la escuela de Arquitectura de Unibe y del Instituto de Diseño para los Trópicos (IDT) de la universidad. Es miembro de la Carrera Nacional de Investigadores en Ciencia, Tecnología e Innovación.