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Desde mi pluma

Servicio público en coma

Por la naturaleza de mi profesión (periodismo), siempre me he considerado una persona consciente de las necesidades y deficiencias de las instituciones del Estado. Sin embargo, uno no llega a experimentar la cruda realidad hasta que le toca sufrir en carne propia la inoperancia en la que muchas de estas esferas están sumergidas.

Hace justamente una semana, un familiar cercano sufrió un aparatoso accidente de tránsito en la autopista 6 de Noviembre, en dirección a San Cristóbal. A pesar de haber resultado herido tras el choque, se dispuso a realizar los trámites necesarios para levantar el acta junto con el otro conductor involucrado.

El trato recibido en una de las unidades de la Digesett fue, como mínimo, indignante. Con una apatía y un desdén evidentes, los agentes "atendieron" el caso, pero lo que presencié me hizo sentir vergüenza por la manera en que nuestras autoridades operan.

Para empeorar la situación, el acta no pudo ser levantada porque no tenían impresora. Lo descubrieron en el momento, lo que me lleva a preguntarme: ¿Cuánto tiempo más habrían seguido sin ella de no ser por este accidente?

Además de esta evidente falta de recursos, el personal se mostró intransigente e incapaz de ofrecer soluciones, complicándole la vida a personas en estado de shock y vulnerabilidad tras haber pasado por un evento traumático. Y, como si fuera poco, terminaron amenazando a quien solo reclamaba un derecho.

Es inconcebible que labores de urgencia, como las que maneja esta institución, se detengan durante días por la ausencia de un simple recurso de oficina. Para no alargar el cuento, el acta se levantó cuatro días después.

De esta amarga experiencia solo me queda una reflexión: no estamos tan bien como creemos. Nos preocupamos por los grandes problemas estructurales, pero olvidamos que los pequeños fallos del sistema (como la burocracia absurda e ineficiente) son los que realmente afectan el día a día del ciudadano.