VIVENCIAS
El alma gemela
Dicen que construir la vida junto al alma gemela es hallar un rincón del paraíso perdido. La relación, tejida con la constancia de la imaginación, reafirma su dulzura en palabras y actos, a pesar de la prisa por vivir. Todo amor aspira a encontrar a alguien que ofrezca un ideal, un altar sobre el cual sostenerse. Con el tiempo, el amor evoluciona, equilibrando sueños con realidad. Al encontrar al alma gemela, se experimenta una transformación profunda: de una vida exterior a una existencia compartida en el interior.
En el caso de Julio y Mirtha, este amor, tras 51 años, ha destilado los impulsos iniciales para cimentarse en valores espirituales. Su relación ha fijado una ternura que respeta y comprende las libertades y necesidades mutuas. Esta conexión no se limita a lo visible, sino que se alimenta de una espiritualidad compartida, dando sentido a cada acción y paso. La fuerza que los une va más allá de lo físico, sosteniéndose en la conciencia de estar unidos en algo más grande que ellos mismos: una energía divina que guía y sustenta su amor.
La alegría es otro ingrediente esencial en su vínculo. No es la alegría superficial que depende de momentos específicos, sino una alegría profunda, nacida del saber que están juntos en un propósito superior. En este amor, la entrega no es solo física o emocional, sino también espiritual, buscando armonía entre lo vivido y lo sentido.
Aunque sus corazones se elevan hacia lo trascendental, sus pies permanecen firmes, enfrentando cada desafío con la certeza de que su amor compartido es la fuerza que los sostiene.