SIN PAÑOS TIBIOS
Profesión: experto en tierras raras
El homo dominicanensis es el último hombre del Renacimiento: sabe de todo. Antes que la posverdad asumiera su dimensión post moderna, el dominicano caminaba entre la desinformación y la doxa, porque frente a una realidad hay tantas versiones como opiniones existan.
Para bien y para mal nos gusta opinar. El problema es que lo hacemos desde la superficialidad y la simpleza; más preocupados porque se sepa que sabemos, que por el interés de encontrar la verdad.
En lo que sociólogos y psiquiatras desentrañan ese comportamiento, el zeitgeitz nos convierte en expertos en tierras raras, la moda del momento. A priori, ese espíritu acientífico que nos caracteriza puede crear distorsiones de la realidad, sobredimensionar escenarios o minimizar impactos y riesgos sobre la base de opiniones que tengan hacedores de opinión, comunicadores, influencers, y cualquiera con acceso a un medio de difusión masivo –directo o indirecto– que impacte a una comunidad de seguidores, fijando mensajes y posiciones.
En ausencia de revisiones de pares, tríada dialéctica o rigor metodológico, transitamos el terreno del “todo vale”, y, en el caso de las tierras raras –terreno exclusivo de geólogos, químicos y mineros, donde la ciencia, el trabajo de campo y las pruebas de laboratorio tienen la última palabra–, todos opinamos con vehemencia y firmeza. Sobre todo desde que el presidente anunció –Urbit et orbi– la existencia de esos minerales en Pedernales, y la disposición del gobierno de explotarlos… con la bendición del imperio, que conste.
Ahora que todos opinamos sobre un tema que no era ningún secreto y sobre el cual el gobierno venía dejando caer información desde hacía año y medio, hay que recordar la importancia de que el debate –minero, económico, social, político y ambiental– se haga desde la lógica de la participación abierta y plural de todos los sectores; pero, sobre la base de criterios técnicos, investigaciones y evaluaciones rigurosas; donde prime el método científico, y no las ideologías, sesgos, el yocreísmo, o la falsa superioridad moral de las causas nobles.
Sotto voce se habla de decenas de miles de millones de dólares a largo plazo. Lo que toca es, más que crear o cuestionar una verdad desde la especulación o la política, encontrarla y validarla desde la ciencia. Aunque no por ello la gente no tenga derecho a opinar o suponer, porque si todos participamos en el debate, no es sólo por ser todólogos, sino porque somos conscientes de la trascendencia, y nos interesa. Y eso es importante de cara a la construcción de ciudadanía y gobernabilidad.
Que el gobierno lidere el tema, porque es su momento y ha tenido la responsabilidad y valentía de tomar la decisión; pero, sin obviar, olvidar o ignorar las otras voces expertas del litoral opositor, las de todos los sectores organizados y las de los ciudadanos, que también quieren que usemos las mejores prácticas para obtener los mejores resultados.