Metas incompatibles

En sus primeros días en funciones, el nuevo gobierno federal estadounidense no ha perdido tiempo en poner en marcha un conjunto de medidas drásticas, acordes con las promesas efectuadas durante la campaña electoral. El mandato recibido de los votantes para que proceda de ese modo parece inequívoco, habiendo triunfado no sólo en términos del número de delegados obtenidos, sino además en lo que concierne al voto popular. Hace ocho años, haber perdido el voto popular fue causa de que sus opositores señalaran que su elección había sido consecuencia de las peculiaridades del sistema de delegados por estado, a pesar de que realmente la mayoría de la población estaba en su contra. Ese alegato no es válido en esta ocasión.

No obstante, se trata de un mandato sujeto a ciertas inconsistencias. De las expresiones de los votantes respecto de las razones que les motivaron a apoyar la candidatura presidencial republicana se deriva una lista de metas que ellos esperan que el gobierno logre. Muy visibles entre esas metas figuran detener la entrada de inmigrantes, librarse de indocumentados que ingresaron al país ilegalmente, crear empleos para los estadounidenses, favorecer las producción nacional, reducir la dimensión del gobierno, disminuir impuestos, suprimir la inflación, achicar el déficit de comercio exterior, y combatir más eficazmente la delincuencia. Sucede, sin embargo, que en asuntos económicos las políticas que se aplican inciden sobre varios objetivos simultáneamente, no necesariamente en la dirección deseada en cuanto a todos ellos. Más aún, las medidas tienden a afectarse recíprocamente, provocando que su eficacia no esté vinculada únicamente con sus propias características, sino también con las de las demás medidas que estén siendo aplicadas. Todo eso significa que aunque las medidas puedan ser individualmente consistentes con las expectativas mayoritarias de los votantes, es posible que en conjunto den lugar a varias consecuencias contrarias a las esperadas.

Un ejemplo de ello son los efectos que la imposición de tarifas de importación tiene sobre la inflación. Encarecer las importaciones añadiéndoles un gravamen hará subir el precio que los consumidores tendrán que pagar por los productos afectados, siendo ilusorio suponer que todos los exportadores extranjeros poseen un margen de ganancia tan grande que les permite rebajar sus precios a fin de compensar las tarifas, o que el índice de inflación puede ser controlado por el descenso en el precio del petróleo. De hecho, aún cuando se consiguiera que los productores decidieran trasladar sus plantas al territorio de los EE.UU., los precios subirían debido a los mayores costos de mano de obra, protección ambiental, impuestos locales y otros renglones, dado que fueron precisamente esos costos más elevados los que en su momento motivaron que las importaciones reemplazaran a la producción nacional.

Habrá que ver qué pasa si llega a ser necesario escoger entre metas incompatibles.

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