SIN PAÑOS TIBIOS
Rubio y el efecto mariposa
Es curiosa la forma en que los recuerdos vienen a nuestra mente. Bien lo dijo Su Majestad –Silvio– en “Mariposas”, cuando más que recordar con acordes “aquellas tardes divertidas” en el aleteo de las monarcas en primavera, dejó a Lorenz en ridículo, a pesar del atractor y todos sus cálculos matemáticos.
¿O acaso el “efecto mariposa” no indica la correlación imponderable entre lo indeterminado y la emergencia, dentro de un sistema lineal? De ser así, el caos y la complejidad se parecen mucho al amor –sólo que sin fórmulas o notaciones–, a pesar de que el amor es clave y esencia de la singularidad, pues todavía el sobresalto frente a una mirada conmociona toda la estructura mental de un individuo y puede hacer caer convicciones y principios, como las hojas de los árboles en otoño.
El pensamiento complejo es más simple que el amor, que en esencia es simple, pero que, bello como una rosa, también se protege con espinas que hacen valer la importancia de lo que cuidan. ¿O quizás no? Tal vez el ser humano sobredimensiona unos simples impulsos químicos y les pone nombre y razones; porque al final, sólo somos carne, huesos y hormonas, y todo lo demás la evolución lo ha ido acomodando en el camino; al punto que, cuando las mariposas vuelan en el estómago, recurrimos a ideas sofisticadas donde los deseos transmutan en poemas y las ganas en que se disfraza el imperativo procreador se imponen sobre todos los demás pensamientos, por muy racionales que sean.
Y así, aunque Rubio haya estado en Palacio, Abinader lo manejó impecable, la rueda de prensa fue maravillosa y el futuro de unas relaciones bilaterales entre imperio y colonia –o centro y periferia– se pinte próspero como nunca antes, lo que queda es más bien el aleteo de las monarcas en un mediodía lluvioso de invierno; el aleteo invisible de una mariposa en Santo Domingo, que bien puede provocar un tsunami en Tokio –del otro lado del mundo– o de este lado; dentro de quien lo siente en lo que, más que su cuerpo, es también su mundo.
Rubio vuelve y toma la palabra y yo aún sigo perdido en los ojos de ella, o más que perdido, naufragado en ellos, y ya no queda nada de que agarrarse para intentar no hundirse hasta el fondo oscuro de unas pupilas que te observan con la misma terneza con que el león mira a su presa segundos antes del acto definitivo.
A fin de cuentas, morir es otra forma de nacer; y ser devorado, es otra forma de cambiar, de volar, de tocar el cielo.
Rubio sigue hablando. Ahora las Tierras Raras de Pedernales son el tema, las monarcas vuelan, Mariposas suena, ella me mira… el momento es perfecto. Todo en el mundo tiene orden, propósito y todo cobra sentido.
Lorenz, Silvio… ¡qué más da!