Abinader y Marcos Rubio: beneficio mutuo, bilateralismo y reciprocidad

Un simple mortal piensa, columbra sobre el destino que los actos de semidioses y titanes acarrean sobre las ciudades y la gente.

Habita una Ática de embelesos y boleros. Espacio de soles y aguas. Allí, una poetiza mestiza fundó la esperanza del saber desde de las glorias de piedras centenarias. Aquella Ática, la del origen, se diseminó como sólo saben hacerlo las ideas: resistida al exterminio y al tiempo. Llegó a los territorios del Norte y enclavó en Indiana, Iowa, Kansas, Michigan, Ohio y Nueva York. Aquí es una memoria, excedente y vestigio emotivos y esenciales de unos versos. Desde ellos, la recorren los sueños y la persistencia agónica de la poeta: “¡Oh, Quisqueya! Las ciencias agrupadas | te alzaron en sus hombros | del mundo a las atónitas miradas; | y hoy nos cuenta tus glorias olvidadas | la brisa que solloza en tus escombros”.

Existe un ansias de progreso y grandeza en el epicentro de la identidad cultural dominicana. Un compromiso imborrable con su identidad y su prosperidad grande.

Regístrate Gratis

Por favor, regístrate ahora para seguir leyendo

¿Ya estás registrado? Inicia sesión aquí

Tags relacionados