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El desafío de estudiar y trabajar en la República Dominicana

Estudiar y trabajar al mismo tiempo es como remar contra la corriente en un río caudaloso. Cada día representa un desafío: las exigencias laborales tiran de un lado, los compromisos académicos del otro y, en medio, la vida personal que se aferra a no quedar rezagada. En la República Dominicana, el sueño de superación está ligado al esfuerzo y la perseverancia. Para miles de jóvenes y adultos, estudiar y trabajar al mismo tiempo no es una opción, sino una necesidad. La realidad económica y social del país obliga a muchos dominicanos a dividir su tiempo entre el aula y el empleo, con el único objetivo de asegurar un futuro mejor. Sin embargo, este sacrificio no siempre recibe el reconocimiento que merece.

El esfuerzo de quienes asumen este doble reto es titánico. Las jornadas laborales extensas, muchas veces con salarios insuficientes, se combinan con las exigencias académicas, generando un agotamiento físico y mental considerable. A esto se suman las dificultades del transporte, el limitado acceso a recursos educativos y, en algunos casos, la falta de comprensión de empleadores y profesores. Mientras en otros países existen sistemas de apoyo para estudiantes trabajadores, en el nuestro, la carga recae casi exclusivamente en el individuo y su familia.

El problema se agrava cuando observamos que la cultura del esfuerzo parece estar perdiendo valor en algunos sectores de la sociedad. Vivimos en una era donde el éxito rápido y fácil se ha convertido en la meta de muchos, impulsado por las redes sociales y modelos de vida aspiracionales que no siempre reflejan la realidad. Se exalta la inmediatez, dejando de lado el valor del sacrificio y la disciplina.

Sin embargo, los dominicanos que logran graduarse mientras sostienen un empleo nos demuestran que el trabajo duro sigue siendo el verdadero camino hacia el progreso. Son ejemplos de resiliencia, de personas que entienden que el conocimiento es la herramienta más poderosa para romper el ciclo de la pobreza y la precariedad. Puedo hablar de esto desde mi propia experiencia. Mientras ejercía responsabilidades de alto nivel como vicerrectora académica en una universidad, asumí el reto de cursar un doctorado. No fue nada fácil, pero cada sacrificio asumido durante el proceso tenía un propósito claro: seguir aprendiendo, aportar más a la educación y demostrar que sí es posible. Esa disciplina y esfuerzo personal me han permitido crecer, pero también me han hecho aún más consciente de lo difícil que es este camino para muchos estudiantes dominicanos que deben equilibrar trabajo, estudios y, en muchos casos, responsabilidades familiares.

Ahora bien, en lugar de ver el trabajo y los estudios como dos mundos separados, ¿por qué no transformar la experiencia laboral en una estrategia de aprendizaje continuo? Las universidades podrían diseñar programas en los que el empleo no solo sea reconocido mediante prácticas o pasantías a lo largo de la carrera, sino que se convierta en un componente estructural de la formación desde el primer día. Esto implicaría una reingeniería curricular en la que las asignaturas se conecten con proyectos laborales reales, donde los estudiantes puedan aplicar sus conocimientos en tiempo real dentro de sus propios entornos de trabajo, aun cuando estos no sean directamente relacionados con su área de formación. A través de modelos de aprendizaje basado en el trabajo o sistemas de formación dual, el trabajo no sería un obstáculo, sino una ventaja estratégica que aceleraría la adquisición de competencias y fortalecería la empleabilidad incluso antes de graduarse, independientemente del área en la que el estudiante se desempeñe.

Es urgente que las universidades y los empleadores reconozcan esta realidad y ofrezcan soluciones concretas. La flexibilidad en los horarios, la oferta de educación en modalidades híbridas o virtuales y los programas de apoyo financiero podrían marcar una gran diferencia. Asimismo, el sector empresarial debe valorar el esfuerzo de estos jóvenes y facilitar oportunidades de crecimiento dentro de sus organizaciones.

El esfuerzo de estudiar y trabajar no debería ser una carga imposible de sobrellevar, sino una muestra del compromiso personal con el futuro. En la República Dominicana, donde la movilidad social sigue siendo un desafío, la educación es el factor clave para transformar vidas. Es hora de que como sociedad valoremos y apoyemos a quienes, con sacrificio y determinación, se esfuerzan por un mejor porvenir.

La autora es Vicerrectora Académica UNPHU

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