Oye País

Deber cumplido

Somos de los hombres y mujeres que se trazan metas. Y luchamos por cumplirlas. En nuestra vida personal, de familia y profesional, con episodios de felicidad y tristeza, satisfacciones y tropiezos, temores y esperanzas, siento que junto a Ingrid, mi esposa, lo hemos logrado.

El último fin de semana sentimos una de esas grandes satisfacciones: ver a dos de nuestros tres hijos subir -junto a más de 800 nuevos profesionales- al podium del salón multiusos de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, recinto principal, en Santiago, a recibir los diplomas que los acreditan como profesionales, uno de los pasos trascendentes que los avala para el arranque, por así decirlo, para emprender el camino que bajo su propio esfuerzo y responsabilidad les traza e impone la vida.

Los ojos se humedecieron y las lágrimas rodaron cuando escuchamos llamar a María Amelia, primero, y a Fernando Arturo, luego, a recibir los apretones de manos del rector y los decanos. La emoción creció cuando se anunció que eran merecedores de los altos honores de grado. María Amelia, notas sobresalientes (en su carrera solo hay menciones de niveles de las notas obtenidas) y Fernando Arturo, Summa Cum Laude.

Rubén Tomás, quien nos acompañaba y quien completa el trío de los hijos de la familia que hemos formado, ya se había graduado, también en la PUCMM en septiembre pasado, con iguales méritos: Summa Cum Laude.

Sentados en el público de madres, padres, hermanos, tíos, amigos de los graduandos, cada vez que llamaban uno de nuestros chicos al podium Ingrid y yo, sin emitir palabras, nos dijimos con la mirada: ¡DEBER CUMPLIDO!... lo logramos, ¡SUMMA CUM LAUDE!