Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

Providencia, suerte o casualidad

Las personas nacidas en la cultura del automatismo, de la adquisición de productos, de las citas médicas y de la docencia online; han ofrecido ciudadanía a los conceptos: casualidad o suerte, para explicar los logros o las metas importantes. Por ejemplo, “tuvo mucha suerte al lograr una plaza para estudiar dermatología”. Pero, según Séneca la suerte no existe: “La suerte es lo que ocurre cuando la preparación coincide con la oportunidad”.

En la cultura cristiana existe el concepto “providencia”, que, por supuesto, no se equipara a casualidad y mucho menos a suerte. La cultura moderna, sobre todo, en el occidente post cristiano, los términos casualidad y suerte han sustituido a providencia, que tiene mucho que ver con preparación, oportunidad y fe. Verbigracia, “Ese joven, gracias a su preparación, a la oportunidad y a la intervención de la Providencia divina logró la plaza de estudio o de trabajo que tanto anhelaba”.

O sea, la persona en la medida que se distancia del seguimiento de Jesucristo y de su Palabra; y, en consecuencia, la fe se vuelve desnutrida o frágil, la expresión “Providencia divina” se considera inoperante y anticuada; prefiriendo la locución: “hay quienes tienen mucha suerte y otros, por el contrario, necesitan darse un baño de agua para alejar todo lo malo”.

Definitivamente, la autosuficiencia humana, desproporcionada e ilusoria, mengua paulatinamente la creencia en la Providencia, al considerarla innecesaria y al sustituirla por la casualidad o la suerte. Esta convicción viene de lejos, se acentuó en el siglo XVIII y se exacerbó en el siglo XIX. La fe en la Providencia cristiana ni conduce ni puede conducir tampoco al mágico y cómodo automatismo de esperarlo todo del “Dios que todo lo puede”.

En el siglo XIX existieron en Turín, Italia, los llamados “santos sociales”, que la Providencia divina fue suscitando para responder a las necesidades humanas de los niños y de los jóvenes en momentos críticos. Dos me llaman la atención: Don José Cottolengo, quien se dedicó a los enfermos, nunca pedía, y Don Bosco a los jóvenes, que siempre pedía. Por eso se decía: “¡Ay del Cottolengo el día que pida! Y ¡ay de don Bosco el día que no pida!”. Pero ambos actuaban con una fe inquebrantable en la Providencia.

Don Bosco, fundador de los salesianos y de la Familia Salesiana, era un hombre práctico, creyente, determinado, modesto en el comportamiento, de estatura media-baja, que caminaba “un poco oscilante”, dotado de una fuerza física extraordinaria, había practicado el culturismo y el fisiculturismo, cultivando los campos o en los largos entrenamientos de saltimbanqui para divertir a sus compañeros. Poseía un rostro abierto y cordial, bonachón y paterno, aunque fiero y corajudo, que transmitía siempre una generosa bondad.

El Santo de los jóvenes, a la par, con sus habilidades físico-corporales, intelectuales y espirituales; poseía una fe inquebrantable en la Providencia. Los salesianos, en estos 90 años de presencia en República Dominicana, lo debemos todo a la divina Providencia que se ha mostrado en personas generosas y con gran corazón. ¡Viva la divina Providencia!

Tags relacionados

//BOTON TEMPORAL FLIPPAY