SIN PAÑOS TIBIOS
Resignificando la historia
“Aeropuerto Internacional de Las Américas” (AILA), hermoso nombre que su constructor decidió darle porque –en puridad– aquí empezó todo; así que retomar el sentido de llegada al continente y de puerta de entrada al Nuevo Mundo era correcto y elegante. La historia quiso que luego, mediante la Ley 129-00 –una ley de tres artículos– le agregaran al nombre original el de “José Francisco Peña Gómez”, el más grande líder de masas de la segunda mitad del siglo XX; uno de los dominicanos más honestos y meritorios que ha existido; quintaesencia de la superación personal, la dignidad y el coraje.
Aunque el congreso decidió cambiar de nombre al aeropuerto, en los hechos, sigue siendo AILA; y ningún dominicano o turista menciona el nombre del líder cuando se dirige hacia sus instalaciones. Y es que la resignificación de la historia es entendible cuando se quiere dar un sentido diferente en ocasión de sucesos o situaciones que ameritan o demandan el cambio, debido a que los hitos constructivos renombrados son factura de un régimen, administración o momento que necesita ser superado/negado.
“Angelita” por “Robert Reid Cabral”; “José Trujillo Valdez” por “Avenida Duarte”; “Parque Ramfis” por “Eugenio María de Hostos”, etc. Renombrar obras existentes sustituyendo nombres originales promovidos por sus constructores, sólo es aceptable en ese contexto.
El que paga manda y quien construye nombra. Es algo tan simple que no se entiende cómo caer en la misma discusión de nuevo; ahora que la Circunvalación “Profesor Juan Bosch” parece que cambiará su nombre por “José Francisco Peña Gómez”. El ruido es innecesario y por demás amenaza con contaminar el legado de dos dominicanos ilustres, pero que conste, que ni uno ni otro tienen que ver con eso.
Que el PLD en sus cinco cuatrienios decidiera nombrar con el nombre de su fundador a una pléyade de obras públicas, algunas de las cuales eran ajenas al ejercicio de apostolado político del profesor (un hospital traumatológico, por ejemplo) fue exagerado; quizás hicieron catarsis y apostaron enaltecer su memoria con su nombre en la medida que renegaban de sus principios con sus prácticas y manejos…
Pero saliendo de lo especulativo, los hechos están ahí. Si el PLD construyó esa autovía y la nombró como quiso, es justo reconocer que si el PRM decide honrar a su líder –que es lo correcto–, le corresponde construir algo nuevo y bautizarlo, no desvestir un santo para vestir a otro. Lo que en justicia toca es que las nuevas obras que construya esta administración reciban el nombre que entienda, porque no hay necesidad de comparar en méritos y obras la vida de esos ilustres dominicanos; porque son incomparables, aunque sean “tan diferentes cual dos gotas de agua”.
Mal haría este gobierno en hacer esa afrenta a Bosch, porque el primero que no lo permitiría sería el propio Peña Gómez, quien siempre tuvo nobleza, sentido de Estado y de la historia.