Motivos para conservar

No es una tarea fácil lograr que las personas conserven recursos escasos y reciclen materiales desechados. Puede ser que comprendan la importancia de hacerlo, pero es arduo conseguir que cambien sus hábitos en consonancia con ese objetivo. Dada esa dificultad, los economistas suelen ser bastante escépticos respecto de la efectividad de las exhortaciones para modificar el comportamiento de las personas, por lo que es usual que recomienden crear motivaciones económicas a fin de persuadirlas.

Esos incentivos pueden consistir en premios o penalidades. Se premia el reciclaje, por ejemplo, pagando por los desechos que se entregan en puntos de recolección. Y se penaliza el desperdicio, digamos de agua, poniendo tarifas que varíen con el volumen suministrado. En países pobres, sin embargo, esas medidas pueden chocar con consideraciones acerca del costo de la vida, ya que en muchos casos las alternativas son más costosas o requieren de infraestructuras inexistentes. Ese dilema surge porque el costo de la conservación suele manifestarse de forma individual, mientras que sus beneficios lo hacen de forma colectiva. Dicho de otro modo, existe una discrepancia entre costos y beneficios que incide sobre la motivación que una persona puede tener para incurrir en mayores gastos personales e fin de lograr metas de interés común.

Un caso al respecto es el de los envases de foam o poliestireno expandido para comida. Son en extremo contaminantes y persisten por largo tiempo en el medio ambiente. Pero también son baratos, prácticos, livianos, mantienen el calor, son fáciles de almacenar y dan sustento a varias industrias y sus empleados. Abundan por eso en nuestro entorno, al punto que consideramos su empleo como algo normal sin detenernos a pensar en sus consecuencias.

Algo similar sucede con las fundas plásticas para empacar las compras. Se utilizan mayormente en colmados y supermercados, pero además en muchos tipos de tiendas minoristas. Son ecológicamente perjudiciales, aun las que se dice que son biodegradables, pero las personas las piden y las usan luego para poner basura y otros menesteres. Varios establecimientos las han eliminado, pero el ahorro en costos no fue transparentado ni traspasado a los clientes, lo que puede hace pensar a estos últimos que se trató de una medida para aumentar las ganancias, oscureciendo su valioso aporte ecológico.