Abinader, Maduro y el inminente arribo del presidente Trump
Dicho de entrada: a favor de la libertad, a cerrar filas tras el Presidente Abinader. Porque a los pueblos no se les puede obligar a aceptar, ni se les pueden impone gobernantes que no quieren; a los que en las urnas han rechazado. A quienes les han dicho ¡No!
Mucha historia de libertad habría que borrar de nuestros pueblos y memorias para regresar a ese tiempo cuando las armas y la fuerza constituían el poder y lo legitimaban.
Mucha gente ha opinado sobre lo que ocurre en Venezuela, haciendo conjeturas, análisis tozudos y cifrando esperanzas entorno a algo que se describe sólo desde un ámbito y perspectivas posibles: el Poder.
Maduro es el poder en Venezuela. Y hasta que no ocurra un entendimiento —que los hechos y evidencias sugieren que el postchavismo madurista no desea ni lo ha ponderado entre sus opciones— entre las fuerzas que actualmente gravitan sobre el petróleo venezolano, no ocurrirá algo diferente a lo que ha sido desde que Chávez se alzó con la poltrona de lo bolivariano.
Porque de tanto disentir de los demócratas corruptos, desde la propia democracia se puede terminar bajo las férulas de los dictadores.
Al parecer, para los maduristas hay un amplio salvoconducto a favor de sus simpatizantes, a favor del cual las autoridades estadounidenses no se han mostrado, hasta ahora, interesadas —y ante cuya posibilidad los maduristas han venido presentando el gesto disimulado del desinterés—, o, por el contrario, incrementarán la capacidad y uso de lo que poseen: el control del poder militar y usarlo como fuente de su Poder.
Nadie puede esperar algo diferente. Es el doctrinario socialista aplicado en su expresión más lamentable: la violencia revolucionaria. Todo Estado socialista se ha de basar en ella y es esta la razón por la cual el socialismo ha terminado, en todas partes, en tiranías, en formas de gobiernos reñidas con la democracia.
Para garantizarlo, el Estado socialista ha creado otra democracia: la del consenso y opinión impuestos mediante fuerza y terror. Es por lo cual la disidencia, como acto de expresión del pensamiento y guerra de ideas, no es tolerada o es escasamente permitida.
Ese es el socialismo. La diferencia es que no es dictadura de ningún proletariado a favor de ningún proletariado sino de quienes logran, como en cualquier régimen político y forma de Estado, alzarse con el Poder.
Es lo que trae a Venezuela a esta encrucijada de su historia. En una tierra donde no existen hombres como existieron en la República Dominicana, país que tiene en su aval el gran privilegio y honor de haber ajusticiado a tres tiranos. Pero en Venezuela y otros lugares donde los tiranos se han entronizado y perpetuado nadie quiere morir por los demás ni por ideal alguno. Y no tienen culpa por eso. Son otros tiempos: los de la postmodernidad.
No hay, por tanto, virtud en quienes han contrariado el poder de Chávez o Maduro sin la voluntad que debe preceder a una acción política en tales circunstancias. Como no la hay en el chavismo madurista por haberse impuesto sobre su pueblo recurriendo a la violencia y a la manipulación de los hambrientos, los mismos lumpemproletarios que sirven de carne de cañón y soporte a cualquier gobernante que distribuya prebendas populistas.
Lo penoso es el resultado. Una Venezuela en las férulas de los intereses imperiales. Con un gobierno sin dignidad pues su existencia no nace de la voluntad de su pueblo sino de la protección que, por efecto de acuerdos, las potencias contrarias a los Estados Unidos ofrecen a las camarillas gobernantes.
El cambio de los tiempos
Lo de la Venezuela de hoy ocurre en tiempos diferentes a otros tiempos. Especialmente por el inminente arribo del señor Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos y el escenario global de importantes tensiones geopolíticas.
Trump parece un hombre inteligente, sagaz, negociador; que está decidido a rechazar la simulación, restableciendo la capacidad de su país de mostrar las herramientas que le permiten negociar desde posiciones de fuerza y/o desde perspectivas transaccionales —la que escoja la contraparte— que, contrario a lo que puedan pensar muchos, tienen en su base un alto sentido de la racionalidad y el interes de ampliar canales de negocios.
Sólo gobernantes estúpidos y carentes de capacidad estratégica de fines nacionalistas pueden rechazar negociar con Estados Unidos en términos similares a como lo hizo China, gracias a lo cual ha venido a ser lo que es.
Quienes han visto la trayectoria y órbitas astrales y conocido el derrotero y caudales de los vientos y las aguas de la historia, de los afluentes y los hombres, pueden cavar con su dedo el aire, humedecerlo en los manantiales o frotarlo en sus sienes para saber, recordar y constatar que hay caminos tejiéndose, abriendo surcos hacia sus puntos de llegada.
No se trata sólo de un hombre proclamándose presidente electo de Venezuela, amparado en unos hechos que las naciones de la Unión Europea y los Estados Unidos —para mencionar a los poderosos— han dado por ciertos, y a los cuales se han unido algunas naciones de la región, incluyendo la nuestra. Es que esa pretensión de poder no tiene con qué plantarse ante el poderío militar post chavista cuando el socialismo no acepta el diálogo como forma de constitución del poder. Lo suyo es la violencia. Las armas. De tal modo, ¿se puede dialogar con las armas? Las armas, cuando más poderosas son, sólo reclaman, del adversario, el sometimiento y la rendición.
Por tanto, el neo chavismo madurista desea o, al menos parece proclive a, la confrontación armada en Venezuela. Al punto de que es posible temer que la esté aupando, confiado en el favor de los tiempos y sus logísticas. Parecería estar buscando el pretexto para traer a la región el conflicto geopolítico Chino-ruso vs Estados Unidos-Unión Europea. ¡Una verdadera desgracia!
Sin embargo, si la historia y los mitos han dejado constancia de que quienes apostaron a convivir entre dioses y titanes terminaron calcinados por su aliento; o encarcelados en sus propios territorios trocados en avernos; en el peor de los ostracismos. Y sus naciones, condenadas para siempre a inhumanos niveles de pobreza porque, no lo dude alguien, los imperios son entidades absorbentes, que sorben, y Venezuela posee grandes riquezas, entre ellas petrolera, que libar. Y muchos actores rondándolas, sedientos, hambrientos, lujuriosos.
El político lenguaje los dioses
Sólo vale considerar que para la geopolítica las naciones son monedas geográficas, numismas terrales, carentes de derecho o sueños.
Los intereses geopolíticos son los númenes de nuestros tiempos. Y a las mesas de las negociaciones de las deidades ¿los mortales se sientan?
La pregunta entonces es: ¿cuánto tiempo queda a Maduro? ¿Un año, quizás?
Le quedará el tiempo que él se consienta o le consientan; no el que le otorgue una oposición venezolana o pueblo carentes de capacidades, actualmente, para contrarrestarlo, para hacerlo variar ese criterio socialista de que “las clases no se traicionan”. Así, sobrevivirá hasta cuando pueda o lo determinen los imperios: engullidores y dipsomaníacos poderosos. Una cualidad derivada de su auto percepción como entes históricos, territoriales y sociales; como estructuras destinadas a ser por encima de cualquier límite existente. Una boa que para la felicidad de sus hijos reclama presas; que para definir el límite de lo suyo se constituye en ouroboros.
Venezuela es, en esta coyuntura, oportunidad y tragedia; alrededor de ella están cabrioleando los actores.
Sin embargo, el que más derecho a cabriolar en ella tiene es su pueblo. Para decidir su destino. Para recuperar la libertad en Venezuela, ¿cuántos están dispuestos a ofrendar la vida?
Porque para ser libres hay que estar dispuestos a morir por esa libertad. “¡Libertad o muerte!” fue consigna de los 33 Orientales de Uruguay.
A tal encrucijada trágica ha traído a Venezuela la decisión de Maduro de mantenerse en el poder apoyado, exclusivamente, en la violencia, la represión “revolucionaria”, en la fuerza, aunque con frecuencia articule la paradoja de una narrativa mediante la cual se define y autoproclama anti imperialista. No bien termina de proferirlo cuando a la vista de todos abre, sin pudor, a los imperios chino y ruso las puertas y ventanas hacia los grandes recursos y riquezas venezolanas.
Y estos, a cambio, le ofrecen protección militar y armas.
¿Y el pueblo venezolano que sufra, que calle, que se joda?
Al parecer, queriendo evitar ese desenlace, los Estados Unidos busca que maduro sea reducido en su territorio y por su pueblo. Quizás ello explique el incremento de la oferta por su captura a $25 millones de dólares.
Si no hay otras agendas soterradas, ¿se podría afirmar que a Maduro se le han puesto los huevos a chele?
Sin embargo, tiene una moneda fuerte para pagar: el petróleo.
Los días por venir dirán.