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SIN PAÑOS TIBIOS

El mejor regalo de reyes

Dicen que tan pronto se obtiene el poder se comienza a perder; que lo difícil no era subirse al tigre, sino bajarse de él, que bien lo supo Kennedy…

Así las cosas, desde la distancia se observa una realidad diferente a la que aprecia quien está cercano al poder, pero, ¿cuál es la cierta?, ¿quién tiene la razón? Desde las subjetividades individuales es difícil responder con rigor, afortunadamente los instrumentos científicos de medición están ahí, y, salvo manipulaciones tendenciosas, las encuestas ofrecen una aproximación a la realidad bastante confiable.

Tanto desde la observación empírica como desde la métrica rigurosa, es válido afirmar que el rechazo al proyecto de reforma fiscal impulsado en octubre pasado significó un “tablazo” al gobierno. El atisbo de protestas, rechazos y cacerolazos fue calibrado y debidamente medido, y no sólo la popularidad del presidente se resintió, sino que puertas adentro se asumió como el quiebre del encantamiento con el pueblo; interpretación errónea formulada desde el shock del rechazo y no desde la reflexión pausada.

Al grito de Munch le siguió la parálisis propia de toda situación de estrés postraumático; el gobierno se petrificó, y, cual retrato de Dorian Grey envejeció de repente; y todo el desgaste natural de cuatro años se cosechó en apenas 100 días; porque a esa realidad se superpuso otra de fondo: la de las inmensas expectativas de la gente que votó mayoritariamente por Abinader para ver en sus segundos cuatro años los frutos de lo sembrado en el primer cuatrienio, y del uso de todo el poder congresual y municipal otorgado.

Sin embargo, por las razones que fuesen, pese a la amplia renovación del mandato popular el presidente optó por no renovar el gobierno, y decidió transitar el peligroso camino recorrido por Fernández y Medina, quienes, al hacer poquísimos cambios en sus respectivos gabinetes, hicieron que sus funcionarios entraran en la zona de confort del poder, en la cual, al tiempo, inevitablemente anidan la burocracia, el determinismo, la indiferencia y la soberbia, etc., con resultados triste y notoriamente conocidos.

Está a tiempo el presidente de relanzar el gobierno y dinamizar su partido. Un cambio de gabinete es necesario; muchos ministros y directores agotaron su ciclo histórico; otros han demostrado ser sobradamente ineficientes; y así como se aceptaron algunas renuncias otras debieron correr la misma suerte...

Un nuevo gabinete para un nuevo gobierno, porque a pesar de que se siente viejo, le quedan tres años y ocho meses, y es mucho lo que se puede hacer en ese tiempo en beneficio del pueblo, con un cambio de equipo inmediato, necesario y ansiado; máxime que de ello depende el 2028…

Cambiar el gobierno sería como “pasar por go” y llevarse los $200; un poner el millero en cero; porque, así como no se pone vino nuevo en odres viejos, no se puede cambiar lo de afuera si no se cambia adentro; y Abinader lo sabe… y el pueblo también.

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