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tribuna del atlántico

2025, un cuarto de siglo

Cabalgando en la montura inexorable del tiempo, arribamos al primer cuarto de este siglo, en la trepidante ola de los cambios tecnológicos, con días que, sin dejar de contar las 24 horas, se nos hacen más cortos, sobrecargados de información en la palma de mano, a medio camino entre los artilugios de Julio Verne y Dick Tracy.

La República Dominicana llega a este cuarto de siglo con indiscutibles avances, montada en la modernidad, con un desarrollo urbano impresionante, en las principales ciudades del país, tecnología de punta, una estabilidad política y social que pueden envidiar naciones más grandes de América, a la par de rezagos y riesgos igualmente grandes e importantes.

Como sí, en las alturas de nuestros grandes avances, estuviéramos rodeados, de los monstruos míticos que llenaron las páginas de los libros y alimentaron las creencias populares a lo largo del tiempo; allí la Hidra de Lerna de los vicios policiales y la delincuencia en todas sus formas, allá Saturno devorando la vida de mujeres, más allá, el drama de la inmigración incontenible, por mucho que deportemos y en cada pueblo los atrasos en el suministro de agua, la energía eléctrica, que no terminan de parecerse al desarrollo urbano que hemos logrado y la miseria que contrasta con la opulencia que exhiben los más agraciados de la fortuna.

Con todo, el país crece y se desarrolla al calor de nuevos paradigmas, con los turistas que salieron de la cabeza de Miolán y colman nuestras calles, resorts, hoteles y habitaciones de ciudad, y con una diáspora solidaria y comprometida.

Recordar el país que éramos en el año 2000, nos permite aquilatar, los aspectos en que hemos avanzado y las áreas de estancamiento.

En lo político alcanzamos el cuarto de siglo con un Tribunal Constitucional que parece distanciarse del legado y la sabiduría que le imprimió el encabezado por don Milton Ray Guevara, jugando a ser simpático con los “independientes”, tal vez no sea su intención, pero, un invento que podría fácilmente parir alguno de esos especímenes que ha dado la política de esta época, desde Fujimori, hasta Milei, no siempre con buenos finales.

El tiempo, sólo el tiempo, nos dirá si la sabiduría estuvo en la mayoría o en los dos votos disidentes.

Con todos sus defectos, que los tiene, la clase política dominicana y los partidos políticos, en su conjunto, han actuado en los últimos 50 años con sabiduría y tino. Ellos han sido cruciales en la estabilidad que hoy podemos disfrutar.

“Los malos políticos”, que nos gastamos, han garantizado un ejercicio democrático sin sobresaltos, sin dictaduras, ni autoritarismos, un valor que no podemos perder de vista, sobre todo ahora, que parecen privilegiarse ciertos resultados a los valores genuinamente democráticos.

Al arribar a este cuarto de siglo, es necesario caminar hacia el futuro con metas claras, hacia un país que reduzca la pobreza, más allá del asistencialismo, que cumple un rol, pero no es suficiente.

Debemos vencer lacras de larga data, como la delincuencia y la corrupción, avanzar hacia un país eficiente en el suministro de servicios básicos, mejorar el evidentemente imperfecto sistema de seguridad social, contener la inmigración desbordada, de una vez y por todas, y, avanzar en la mejora de la salud y la educación, que nos impulsen a nuevas etapas de desarrollo.

Que el 2025 nos encamine hacia esos objetivos, enfocados en lograr un mejor país, para todos.

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