Desde mi pluma
El lado oscuro de las festividades
El Centro de Operaciones de Emergencias (COE) informó que, durante las festividades navideñas, se registraron 29 muertes en accidentes de tránsito y actos violentos.
Lamentablemente, en nuestro país este hecho no es noticia. No es noticia que muchas familias perdieron toda razón para celebrar, que muchos con tanto que dar y recibir de la vida no pudieron recibir el año nuevo. Estamos tan mal acostumbrados a percibir las carreteras como trampas mortales y tan anestesiados ante la violencia que hemos perdido la capacidad de asombro.
Qué horror que sea esta la realidad y que duro es iniciar el año añadiendo decesos a las estadísticas como si solo fueran números y no vidas. No puedo ni siquiera pensar en a quién se debe culpar por esta situación, porque siento que todo tiene que ver. Pero estoy convencida de que hay que frenar esta tendencia negativa.
Es evidente que el problema va más allá de las cifras que vemos cada año. Se trata de la falta de educación vial, el irrespeto a las leyes de tránsito, y la indiferencia colectiva frente a las consecuencias. Nos hemos convertido en testigos silenciosos de una cultura donde se maneja con prisa, sin prudencia, y donde el alcohol y la velocidad se mezclan con frecuencia.
Las autoridades hacen esfuerzos para preservar la seguridad de los ciudadanos, claro que sí, pero no es suficiente. Necesitamos más rigor. Las familias también deben involucrarse. No podemos seguir dejando que la educación sobre estos temas recaiga solo en las escuelas o el Gobierno.
Comencemos este año con el compromiso de cuidar la vida, tanto la nuestra como la de los demás. En un país donde tantas cosas parecen estar fuera de nuestro control, recordemos que siempre tendremos la capacidad de decidir cómo protegernos y cómo respetar a quienes comparten las calles con nosotros. De eso dependerá que estas cifras dejen de ser una costumbre.