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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

La tercera prioridad jesuita: acompañar a los jóvenes

Esta es la tercera preferencia apostólica de los jesuitas: acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro.

El Sínodo del 2018 recomendaba a la Iglesia universal reconocer “a los jóvenes y su situación como el lugar” en el cual debe ubicarse la Iglesia “para percibir y discernir el paso del Espíritu Santo por este momento de la historia humana.”

Sabemos que la mayoría de los jóvenes son pobres.

Nos sentimos llamados a acompañar a los jóvenes, porque la juventud es la etapa de la vida humana en la que cada persona toma las decisiones

fundamentales que la insertan en la sociedad, dan sentido a su existencia y realizan sus sueños.

Necesitamos escuchar a los jóvenes, porque ellos son “quienes pueden ayudarnos a comprender mejor el cambio de época… y su novedad esperanzadora”. Ellos son los principales protagonistas de una transformación antropológica. Entramos en una nueva época; los jóvenes son sus portadores. Esa nueva forma de vida humana “puede alcanzar, en la experiencia del encuentro con el Señor Jesús, una luz para alumbrar el camino hacia la justicia, la reconciliación y la paz.”

¿Qué podemos hacer los jesuitas? Podemos “crear y mantener espacios abiertos a los jóvenes en la sociedad y la Iglesia”. Esos espacios acogerán la creatividad juvenil y propiciarán “el encuentro con el Dios de la vida, revelado por Jesús, y la profundización de la fe cristiana.” Esos espacios promoverán el discernimiento del camino por el que cada persona puede alcanzar su felicidad” y contribuir a toda la humanidad.

Actualmente los jóvenes viven la tensión entre los que fabrican una homogeneidad cultural y la emergencia de una sociedad humana intercultural que respeta la diversidad. También la lógica de la economía del mercado enfatiza la homogeneidad, pero los jóvenes aspiran a realizar su libertad construyendo espacios creativos, fuente de “una sociedad humana intercultural”. Es desde allí que se puede crear “una cultura de la salvaguarda que garantice un ambiente sano para niños, niñas y jóvenes” con las condiciones para que les capaciten para desarrollar todas sus potencialidades como seres humanos.

Este acompañamiento de los jóvenes “nos exige coherencia de vida, profundidad espiritual, apertura a compartir la vida-misión en la que encontramos sentido a lo que somos y hacemos.” Acompañar a los jóvenes nos exige una conversión personal, comunitaria e institucional.

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