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Hacer las cosas bien importa más que el hacerlas

Aunque se trate de un personaje del siglo 19, bien haríamos -y bien harían en el ámbito del Ministerio de Administración Pública- hacer caso a Longellow, el poeta estadounidense, cuando nos decía: “Se tarda menos en hacer una cosa bien que en explicar por qué se hizo mal. “

El tema viene a cuento respecto del proyecto de ¿fusión? de los ministerios de Educación y de Educación Superior, Ciencia y Tecnología.

En un artículo anterior (MINERD-MESCYT: fusión, ficción o reinvención, LD 12/10/2024 ), tras reconocer que en la propuesta “fusión” existían riesgos, ya de pérdidas o retroceso o de importantes tropiezos, como esgrimían muchos, me había mostrado abierto a las posibilidades que una verdadera reinvención de ambos ministerios, dando lugar a una nueva, replanteada entidad ministerial, con una sabia y apropiada gobernanza, un muy mejorado diseño y estructuración, incluyendo las capacidades y perfiles profesionales de sus integrantes.

Ahora me asalta la posible culpa de haber pensado ingenuamente que tal proyecto se podría abordar con una racionalidad que temo esté ausente en el tratamiento que parece estar siendo otorgado a dicho proyecto.

Digo esto porque lo que se recibe es un proyecto de ley al parecer redactado al vapor, con una pobre estructuración, por lo visto forzando formulaciones paritarias (una para los subsistemas preuniversitarios, y entonces, al espejo, otra para el superior), con varios desaguisados e incluso algunas inserciones introducidas parece que por algún duende con espíritu provocador, pero irrealista y desproporcionado.

Sobre tal proyecto de ley se invita a postear opiniones, comentarios y sugerencias en una plataforma virtual que bien podría ser una fórmula lampedusiana para proclamar que se ha consultado y que al final nada haya cambiado. Ojalá me equivoque con esa apreciación alimentada, además, por la prisa con la que quiere procesarse la discusión de tan importante proyecto de ley. Porque lo que no debe sustituirse o eliminarse es el intercambio formal, cara a cara, con los principales y legítimos stakeholders del proclamado proyecto y de la ley que se nos presenta para el mismo.

Pero, además, uno esperaría (de nuevo, prisioneros tal vez ingenuamente de la racionalidad), que además de tal proyecto de ley, sin restarle importancia, se presentara a conocimiento público el diseño de la nueva entidad ministerial, especialmente cuando muchos han dirigido sus cuestionamientos al hecho de que ya el ministerio de Educación, el muchas veces mayor, tal como existe, no muestra las capacidades para cumplir las responsabilidades y realizar las ingentes tareas que son de su competencia.

A lo anterior agreguemos el ligero tratamiento que parece se otorgará al ámbito de ciencia y tecnología más innovación, con la posibilidad de impulsar un verdadero sistema de investigación e innovación, cuando tales actividades y un tal sistema no quedan circunscritos al ámbito educativo y en particular de educación superior, pues lo desbordan, aunque lo incluya. Aquí podría muy bien perderse una apreciable oportunidad de dar una mejor respuesta a importantes retos país para privilegiar una conexión virtuosa entre esas actividades de ciencia y tecnología con la innovación, que contemple una mejor y más cercana interacción entre los agentes de un sistema de investigación e innovación entre los que se destacan las instituciones de educación superior, los institutos y centros de investigación, como también las empresas en distintos sectores productivos y otros agentes gubernamentales o sociales.

Pero parece que hay una prisa de base contable o presupuestal -y que aquella declaración luego “corregida” no fue un lapsus linguae del ministro de Administración Pública. Vale la pena entonces terminar con otro poeta, esta vez castizo, Antonio Machado, quien nos proponía: “Despacito y buena letra: el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas.”

El autor es rector del INTEC