MIRANDO POR EL RETROVISOR
Ilumina con tu actitud
Aunque le reconozco su validez en determinadas circunstancias, una de las frases con la que menos me identifico es “Una golondrina no hace verano”, una expresión que en su versión original se refiere a otra estación del año, la primavera.
La plasmó el filósofo griego Aristóteles, en su libro “Ética a Nicómaco”, dedicado a su hijo, cuando declaró: “Pues así como una golondrina no hace primavera, ni tampoco un día de sol; de la propia suerte, ni un día, ni un corto tiempo, hacen a nadie bienaventurado y feliz”.
La golondrina es un ave migratoria que vuela en busca de un clima adecuado para sus necesidades, pero no lo hace sola, sino en bandada. De ahí que la expresión se usa frecuentemente para indicar que un solo acto no es suficiente para llegar a una regla o norma general. También para recordarnos que una persona con sus buenas acciones no puede cambiar el curso de una familia, el barrio, la sociedad o de la humanidad.
Pues pienso, al contrario de la reflexión apoyada en esa ave migratoria, que una sola persona si puede hacer verano o primavera y servir de inspiración a los demás con sus actitudes individuales.
Ahora con motivo de las festividades de Navidad y la despedida del 2024, recibí la invitación de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días a “Iluminar el mundo”, una campaña que lanza cada año para promover acciones positivas en esta época del año.
La campaña contiene 50 maneras de lograr que tu luz brille delante de tu prójimo y este año se realizó con el lema “Sé el ángel de alguien”. La invitación es a practicar estas acciones durante todo el año y no exclusivamente en esta época, cuando solemos ser más pródigos con los afectos y las manifestaciones de bondad.
Si esas 50 recomendaciones parecen una cantidad abrumadora, puedo citar cinco que pueden ponerse en práctica en el 2025.
Solidaridad. Este valor humano nos invita a cooperar y brindar apoyo a los demás en un momento de vulnerabilidad, poniendo a un lado nuestros intereses y compromisos.
Hay múltiples oportunidades de mostrar nuestra solidaridad. Cuando alguien sufre las consecuencias de un desastre natural, la pérdida de un ser querido, cuando de repente está desempleada, si enfrenta un problema de salud físico o mental. La solidaridad debe practicarse sin esperar nada a cambio o vanagloriarnos por el acto realizado. Recordar el versículo bíblico “No sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”. (Mateo 6:3). La solidaridad incluso alcanza mayor valor cuando la practicamos con alguien que no puede devolvernos el favor y, al mismo tiempo, constituye la mejor manera de vencer el egoísmo, porque ponemos las necesidades ajenas por encima de las propias.
Ser amable. La palabra “amable” proviene del latín “amabilis” y significa “digno de ser amado”. Una persona afable y afectuosa siempre despertará esa sensación de amarla. No sé si les pasa con frecuencia, pero yo recibo muchas llamadas de empleados de bancos para ofertarme tarjetas de crédito y préstamos. Aunque suelen ser muy insistentes, con mucha amabilidad, trato de hacerles ver que no estoy interesado, sin ser grosero y cortante. Puedes mostrar amabilidad a diario cuando cedes el paso en medio del tráfico en las vías públicas, con el empleado que te brinda un servicio, asistiendo a los ancianos o personas con discapacidades físico-motoras, ofreciendo tu asiento a una embarazada o un invidente en el metro o un bus sin respingar y saludando afectuosamente a personas de nuestro entorno. Son sólo algunas, porque la amabilidad tiene la ventaja de que permite numerosas oportunidades de ponerla en práctica.
Ser agradecido. La vida misma es el mejor ejemplo de vivir con un agradecimiento constante. Nos sentimos tan preocupados y angustiados por lo que nos falta, que pocas veces reparamos en lo que tenemos. Caminamos, vemos, oímos, respiramos, comemos, dormimos, tenemos empleo y salud, casa, ropa. ¿Te has preguntado cuántas personas carecen de lo indispensable para vivir? A veces solicitamos un favor o un servicio, pero nunca llamamos después a la persona que lo concedió para agradecerle. La semana pasada recibí un hermoso mensaje de una estudiante que estuvo a punto de dejar la carrera de Comunicación Social porque se sentía desmotivada. La alenté a seguir y le envié la canción hablada “Desiderata”. En una parte dice “mantén el interés por tu propia carrera, por humilde que sea es un tesoro en el fortuito cambiar de los tiempos”. En su mensaje de agradecimiento, que también colocó en su tesis de grado dice: “A mi maestro Juan Salazar. Gracias por ayudarme cuando me encontraba perdida y sin dirección, gracias porque sus palabras me ayudaron a retomar el foco”.
Ser empático. En los últimos años se han puesto muy de moda las palabras “empoderamiento” y “resiliencia”. Las personas que alcanzan ese nivel se sienten realizadas y preparadas para enfrentar cualquiera de los estresores de la vida. A mí me encanta en cambio “empatía”, la cual proviene del término griego “empátheia” y significa “en el interior del otro”. Es esa capacidad que tiene una persona de comprender las emociones de los demás, de meterse en la piel de sus sentimientos. Siempre les digo a mis estudiantes de Comunicación Social que la empatía debe ser como la sangre que corre por sus venas. En el ejercicio de la profesión la indiferencia no tiene cabida, nunca debemos perder esa capacidad de escuchar a los demás, entender sus problemas y anhelos, para actuar como si estuviéramos trabajando por una causa propia.
Practica el perdón. Pienso que es lo más difícil para el ser humano, tanto es así que ante la pregunta de que es más difícil “perdonar” o “pedir perdón”, resulta complicado llegar a un consenso. Las tres palabras más difíciles de decir son “yo me equivoqué”. Pero el auténtico perdón comienza cuando admitimos nuestras culpas y errores. A veces diferencias baladíes nos llevan a vivir con falta de perdón por un tiempo prolongado, quizás privándonos de valiosas relaciones amistosas y familiares. En mi caso “perdonar” o “pedir perdón” se ha hecho difícil en algunas circunstancias, no por mí, sino por el temor a la actitud que podría asumir la otra persona. La escritora chilena, Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura en 1945, expuso en uno de sus poemas que “si yo no perdono, soy yo el que se queda prisionero, y para perdonar primero tengo que perdonarme”. A veces, somos tan severos con nosotros mismos, que nos resistimos a perdonarnos por nuestros yerros y así actuamos con el prójimo.
Con respecto a las cinco actitudes expuestas, pienso que hacer lo correcto tiene su recompensa, aunque no provenga directamente de la persona que se beneficia con nuestras acciones.
Lo comprobé la semana pasada. Estaba a punto de tomar un vehículo apurado porque estaba retrasado, cuando vi al otro lado de la calle a un señor de avanzada edad y con limitaciones de movilidad que dudaba para cruzar en medio de un tráfico profuso. Fui al otro lado y le ayudé a cruzar, manteniéndome con él hasta que abordó un carro de la ruta Ovando-Albert Thomas-Morgan. Cuando le cerré la puerta, me dijo con una hermosa sonrisa: “Gracias, Dios le bendiga”.
Ese mismo día en horas de la tarde salí de mi trabajo en Listín Diario a comprar un café para mí y un té para una compañera en una cafetería ubicada al otro lado de la calle. Cuando retornaba, desplazándome lento con los vasos en las manos me detuve a la espera del momento oportuno para cruzar. Cuatro conductores pasaron “rápidos y furiosos”, pero el quinto se detuvo para dejarme pasar. No pude ver su rostro a través del cristal entintado, pero levanté uno de mis brazos como señal de gratitud.
Comprendí en ese momento que, aunque no puedas iluminar el mundo entero con determinada acción, como anhela la Iglesia de Jesucristo en su campaña, si puedes hacerlo en tu entorno más chico.
Y sí, una golondrina puede hacer primavera, verano, otoño e invierno. Solo hay que aprovechar las oportunidades que a diario se nos presentan para ser solidarios, amables, agradecidos, empáticos y practicar el perdón.
Como reza un estribillo de la canción “Someday”, escrita para la película “El jorobado de Notre Dame” por los compositores estadounidenses Alan Irwin Menken y Stephen Laurence Schwartz, versionada en español por el cantante mexicano Luis Miguel: “Siembra en tu camino, un nuevo destino y el Sol brillará. Donde las almas se unan en luz, la bondad y el amor renacerán”.
A los amables lectores que durante todo el año han seguido y compartido cada domingo mis miradas por el retrovisor, espero que hayan pasado una feliz Navidad y les deseo un 2025 de copiosas bendiciones, siempre acompañados del amor, la paz y la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
Mi exhortación con este artículo que cierra el 2024 es a iluminar con nuestras acciones, en cada lugar y circunstancia, de manera perenne, enfocados en que siempre será más grato dar que recibir.