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Un deseo para Venezuela en 2025

Ha sido meridiano en sus declaraciones: Edmundo González Urrutia tiene intención de estar en Venezuela el próximo 10 de enero, fecha en que debería jurar su cargo como presidente electo tras las elecciones del pasado 28 de julio. Así lo afirmó en Madrid, donde vive temporalmente desde el mes de septiembre, en la entrevista que salió publicada el 9 de diciembre en el diario español El País. 

Entretanto, Nicolás Maduro no pierde tiempo en difamar y amenazar a su adversario político. El gobernante chavista, aferrado al poder a toda costa, se niega a aceptar lo que dictaminó el prestigioso Centro Carter (institución independiente y sin ánimo de lucro que vela internacionalmente por la democracia y los derechos humanos) después de las elecciones presidenciales que acabaron en pucherazo del oficialismo: las actas electorales son la prueba de que el candidato opositor ganó holgadamente. Por eso, frente a los movimientos de un bloque opositor que hará todo lo posible por que Venezuela recupere el pulso democrático, saca toda su artillería para amedrentar a la población. Una vez más, se vale de su hombre fuerte y segundo al mando, Diosdado Cabello, experto en lanzar amenazas y esparcir el bulo de que lo que pretende Edmundo González es causar una “guerra civil”, algo que casi nadie cree porque si algo caracteriza al opositor son su tono y mensaje, siempre dialogante y en busca de vías pacíficas.   

Lógicamente, en la entrevista concedida a El País el presidente electo no da detalles de cómo piensa ingresar en Venezuela y dar a conocer su presencia el 10 de enero. De todos es sabido que la frontera con Colombia es muy porosa y que por esos caminos otros dirigentes de la oposición han entrado y salido del país. Es evidente que la oposición –en estos momentos gran parte de sus líderes se concentra en la capital española– tiene un plan de contingencia y desde dentro cuentan con la fuerza y popularidad de María Corina Machado, a quien Edmundo González piensa nombrar vicepresidenta ejecutiva en ese gobierno ideal que quisiera formar a partir de los primeros días del año entrante. 

Asimismo, el opositor descarta crear un gobierno paralelo en el exilio. Ya en el pasado este tipo de fórmulas, o el propio gobierno interino que presidió Juan Guaidó dentro del país, no dieron resultados porque a efectos reales el poder lo manejaban Maduro y su cúpula. Edmundo González y su entorno tienen claro que la alternativa es la de su presencia en Venezuela: “Voy a estar en mi país”, asegura en la mencionada entrevista realizada por Lucía Abellán y Miguel González. Otra cosa es que logre entrar y, una vez en territorio venezolano, que no caiga preso de inmediato, medida con la que amenaza el gobierno al tacharlo de “terrorista” y otros descalificativos a los que recurre el chavismo para deslegitimar a la oposición.  

Es evidente que el camino de regreso que le queda por recorrer a Edmundo González es uno lleno de obstáculos. Por otra parte, tanto los venezolanos que votaron por él dentro del país como los que comprenden una diáspora mayoritariamente antichavista, confían en que, en efecto, consiga volver a casa, tomar posesión de su cargo y emprender, tal y como ha repetido, “una transición ordenada y pacífica”. De no cumplirse esta delicada misión en la que se ha embarcado la oposición, sería un golpe muy duro para el ánimo de una sociedad que, después de más de dos décadas de desgobierno chavista y de intentos frustrados del bloque opositor por tomar el relevo, ahora deposita todas sus esperanzas en este último esfuerzo.

Edmundo González se vio obligado a abandonar su país por las amenazas que se cernían sobre él, con peligro de acabar encarcelado en el atroz presidio político bajo la batuta de Maduro. A sus 75 años, este eventual retorno conlleva los mismos riesgos. Se trata de una complicada disyuntiva a la que la oposición vuelve a enfrentarse. Los venezolanos le darán la bienvenida a 2025 preguntándose si será el año del ansiado cambio.

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