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Policía: Entre el trigo y la cizaña

En la parábola del trigo y la cizaña, Jesús nos enseña que ambos crecen juntos hasta el momento de la siega, cuando el trigo es separado y llevado al granero, y la cizaña es quemada.

Esta enseñanza, cargada de sabiduría, guarda una poderosa analogía con la realidad que vive la Policía Nacional. En esta institución, encargada de velar por la seguridad y el orden, conviven tanto servidores íntegros y valerosos como elementos que han permitido que la corrupción, la inmoralidad y la falta de ética echen raíces profundas.

Los recientes incidentes protagonizados por agentes corruptos o antiéticos han evidenciado una problemática generacional que no solo socava la paz y la tranquilidad ciudadana, sino que también afecta la credibilidad de la institución.

La sociedad ve, con dolor e indignación, cómo el actuar deshonesto de algunos, mancha el esfuerzo de quienes arriesgan sus vidas por el bienestar común. Porque, no lo olvidemos, entre estos agentes también hay trigo: hombres y mujeres comprometidos, que han caído víctimas de la delincuencia o han sido juzgados por errores ajenos. Es imperativo implementar una profilaxis integral en la Policía Nacional, un plan estratégico que aborde desde los más altos mandos hasta los rangos más bajos.

Este no debe limitarse a sanciones o despidos, sino que debe enfocarse en una transformación estructural que toque aspectos fundamentales como la selección, formación y supervisión de los agentes, así como la promoción de valores éticos y el fortalecimiento de la transparencia institucional.

Este esfuerzo requiere voluntad política y un compromiso inquebrantable con el cambio. No basta con remover la cizaña superficial; es necesario arrancarla de raíz para evitar que siga contaminando el suelo fértil. La ciudadanía, por su parte, debe desempeñar un rol activo en este proceso, exigiendo rendición de cuentas y apoyando iniciativas que busquen dignificar el rol de la Policía Nacional.

La parábola nos recuerda que no podemos arrancar la cizaña sin riesgo de dañar el trigo. Por eso, la estrategia debe ser cuidadosa, justa y equilibrada. No se trata de destruir, sino de construir una institución que recupere la confianza y el respeto de la sociedad. La tarea es ardua, pero imprescindible para que el orden y la seguridad, valores esenciales de cualquier democracia, no se vean más amenazados por los errores de unos pocos.

Al final de la siega, cuando el trigo y la cizaña sean separados, confío en que prevalecerán aquellos agentes que, con su valentía y honor, representan lo mejor de la Policía Nacional. Por ellos, y por la paz que merecemos como nación, es momento de actuar con decisión.