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2025, ¿año de la calidad educativa preuniversitaria y superior?

Efecto del mandato del presidente Abinader, el 2024 cierra con un Ministerio de Educación (Minerd) y otro de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Mescyt) en fusión.

Quienes esperan tal disposición trueque o muera tienen, en el mensaje despachado desde las renuncias de altas autoridades del Ministerio de Economía Planificación y Desarrollo, un indicador de qué podrían esperar.

Se esté a favor o se alberguen reparos al proceso en marcha, lo importante es ver el vaso medio lleno, adoptando actitudes contributivas que posibiliten aportar ante actores caracterizados por la prepotencia y la soberbia; para que la iniciativa termine enriqueciendo y mejorando la gestión y calidad de la educación, en todos sus niveles, en beneficio de la ciudadanía.

Actitudes y opiniones documentadas son urgentes aquí, para esos fines; validadas por informaciones verificables que involucren experiencias adquiridas, historias, conductas sectoriales y, naturalmente, descarten lo que ha resultado en fiasco e integren lo que no… Larga lista, bien conocida.

Desde el enfoque político, la fusión aportaría un carril y marco renovados a un ecosistema educativo que siempre ha trastabillado.

Grillos innúmeros ingresan a esta olla: opinóbulos, actores sectoriales, empresarios y expertos. Unos de reciedumbre académica y visión metódica; otros, enganchados y auto titulados sin pisar aula como docentes o educandos; otros, movidos por el oportunismo, buscando proximidad a quien consideran que “ganará” la guerrita derivada de esta coyuntura…

Obviando la racionalidad y la idoneidad, algunos pretenden hacer paradigma de un desaguisado: los resultados de las políticas públicas tendentes a incrementar la calidad educativa son verificables al decenio..., argumentan. ¡Barbaros!

El 2025 viene y sólo el Presidente sabe a quién entregará el nuevo aparato administrativo que gestionará el sistema: con estructuras funcionales diferenciadas y otras intersecando sólo en lo normativo-presupuestario.

La Educación recibirá el 2025 habiendo mejorado alguiiíto, una décima, que el presidente considera insuficiente, según reiteró. ¿Es que el Núm. 1 está viendo que cada centésima de calidad educativa está costando al Gobierno RD$2,970.42 millones? ¿O qué llevarlo a obtener 50 puntos en calidad educativa está costando al país RD$157,432 millones/punto? Esto si relacionamos los resultados educativos al presupuesto institucional que el Consejo Nacional de Educación aprobó el 8 de noviembre del 2023.

El tema educativo podría verse en una perspectiva cultural, amplia; valorando cómo incide en el comportamiento ante el propio saber y saber hacer, el trabajo y las interacciones sociales y medioambientales. También bajo el punto de vista econométrico: cuánto nos cuesta la actual situación.

Nuestro empresariado pide enfoques en la formación y desarrollo de destrezas laborales. Podría, sin embargo, propiciar la formación y desarrollo de conductas más racionales y realistas ante la complejidad del hecho laboral en un entorno de economía abierta, aspiracional por demás…

En el país, la crisis educativa no existe como momento: es continuidad. Gregorio Luperón lo supo cuando debió cerrar las escuelas de artes y oficios que fundó, ante la obstinada resistencia de los padres: ¿para qué enviar los hijos a la escuela?

Eso ha cambiado. Priman hoy niveles graves de devaluación del saber y del talento, instando a los jóvenes a argumentar: ¿pa´ qué estudia´? ¿Pa´ gana´ ná´?

E indiscriminada, la anomia florece.

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