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Compasión, solidaridad y autocompasión en Navidad

Tres conceptos distintos, pero no distantes que acogidos por la persona expresan: grandeza y magnanimidad. La compasión es un vocablo cuya etimología viene del griego “sympatheia” que indica “sentir con”, es decir, hacer nuestro el dolor del otro, sufrir “con el otro”. La compasión es un valor necesario para ser individuos sensibles porque nos hace mejores personas. La misericordia cristiana está asociada a la compasión. Efectivamente, una de las bienaventuranzas, proclamadas por Jesús en el evangelio de san Mateo, es la concerniente a la misericordia: “Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia”. Por su parte, la palabra solidaridad procede del latín “soliditas”, que expresa la realidad homogénea de algo físicamente entero, unido, compacto, cuyas partes integrantes son de igual naturaleza. Jurídicamente, la solidaridad implica una relación de responsabilidad compartida, de obligación conjunta. Sociológicamente hablando, consiste en los lazos sociales que unen a los miembros de una sociedad entre sí. Para la teología el concepto de solidaridad está estrechamente vinculado con el de la fraternidad entre los hombres, el cual les impulsa a buscar el bien de las personas, sólo por el hecho de que son iguales en dignidad, gracias a la filiación divina. La doctrina social de la Iglesia entiende la solidaridad como sinónimo de igualdad y ayuda mutua, formando un todo con los conceptos de: responsabilidad, generosidad, desprendimiento, cooperación y participación.

La autocompasión se refiere a ser compasivo con uno mismo. Sin dudas, buena parte del dolor humano surge de criticar a los demás y de autocriticarnos. Es decir, con las ideas irracionales, automáticas o pensamientos negativos (distorsiones cognitivas) nos maltratamos. La autocompasión permite cuidar de nosotros mismos al enfrentarnos a las dificultades inevitables de la vida. La verdadera paz interior y la libertad proceden de la capacidad de amarse y aceptarse sin importar lo que esté pasando. La autocompasión es una forma de inteligencia emocional que consiste en ser amables y comprensivos consigo mismo, en lugar de castigarnos. La autocompasión no tiene nada que ver con el impostor de la “lástima de sí mismo” que consiste en “una infelicidad excesiva y egocéntrica ante los propios problemas”, lo cual implica la creencia de que eres débil e incapaz de mejorar. Ni está relacionada con la “autoindulgencia” o gratificación excesiva o descontrolada de los propios apetitos, deseos o caprichos”; mucho menos con la pasividad o el egotismo. La autocompasión es como tener siempre a tu lado a un acompañante o amigo cariñoso que nos apoya, escucha, comprende y ayuda para encontrar nuevas perspectivas.

La autocompasión y la autoestima son realidades diferentes. Como sabemos tanto la baja como la alta autoestima son dañinas. La autoestima consiste en evaluarse de manera positiva; y esto puede conducir a considerarse mejor que los demás. Cuando tienes autocompasión, por el contrario, no te importa ser mejor, peor o igual que nadie. La autocompasión permite una relación amable e indulgente consigo mismo sin importar lo que esté pasando.

En Navidad, y siempre, “siente con” los demás, viviendo la fraternidad y la compasión contigo mismo.