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La afirmación del absurdo

El absurdo tiene una vigencia impresionante en la sociedad contemporánea. Constantemente somos testigos de las cosas más inverosímiles, pero convertidas en realidades.

La afirmación del absurdo es una teoría filosófica que sostiene que en la vida el absurdo muchas veces prevalece, algo que no tiene sentido ni propósito, y que no es completamente inteligible por la razón. Esta teoría se conoce como filosofía del absurdo.

La Real Academia de la Lengua define absurdo como “Contrario y opuesto a la razón, que no tiene sentido; Extravagante, irregular; Chocante, contradictorio; Dicho o hecho irracional, arbitrario o disparatado”.

Albert Camus fue uno de los escritores que más notoriedad alcanzó en el mundo cuando asumió la postura de enfrentar el paisaje ruinoso de mediados del siglo XX, en que campeaba por los suelos europeos el absolutismo en sus diversas formas: nazismo, fascismo y comunismo, a las cuales Hannah Arendt reuniría en el año 1943 bajo el nombre común de totalitarismo.

Camus, se convirtió en un inspirador moral, pues calificaba como absurdas las secuelas terribles que afectaron la humanidad por aquellos tiempos, y proponía como ideal salvaguardar los más altos principios de los seres humanos mientras más absurdo fuera el mundo.

Su postura en la afirmación del absurdo se acercaba al existencialismo de Jean Paul Sartre. Sin embargo, entre ambos se planteó una de las polémicas más difundidas en la historia de la literatura, sustentada en profundas divergencias políticas y en el campo de la moral y la ética. Mientras Sartre deducía de la absurdidad del hombre, principio del que parten ambos, una posición escéptica y angustiosa, Camus por el contrario proponía el mantenimiento de los principios morales.

En aquella época en Europa el totalitarismo, el desasosiego existencial, el derrumbe de la incidencia de la fe cristiana, trastocaban el sentido de la vida.

Camus levanta su voz como una reacción frente a actos y hechos que estupraban los sentimientos comunitarios para dar paso al sueño totalitario, en el que se ejercía el terror en nombre de las leyes y los fines que justificaban maquiavélicamente todos los medios.

Mientras Sartre definía al ser humano como una pasión inútil, que sufre la condena de su misma libertad, suscribiendo al marxismo como dialéctica y las brutalidades de las gestas revolucionarias como consecuencia de su libre albedrío; Camus, en cambio, apelaba a la alianza entre la libertad y la virtud y la fidelidad a ciertos valores como la fraternidad, la nobleza individual y la comunión cristiana.

Camus contraponía a esa pasión revolucionaria, a ese imperialismo desmesurado, a esa libertad sin límites que proponía Sartre, un regreso a la mesura griega, a la práctica del ejercicio ético y moral y al reformismo político.

Camus fue un escritor que buscó reactivos que le permitieran emerger en la defensa de la consolidación de los principios más altos de los seres humanos. Hoy hubiese luchado contra los tantos nuevos absurdos de toda índole que existen en la humanidad.

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