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Del caos pandillero a la revolución

Hay quienes creen, quizás con razón, que la politización de las pandillas ya empezó al menos con Cherizier. Pero, ¿qué clase de politización puede esperarse?

Como pandillas armadas repartidas por todo el territorio, no tienen futuro. Poco a poco o poco a mucho serán exterminadas no sin antes canibalizarse convirtiéndose algunas de ellas en instrumentos del gobierno provisional y de los servicios secretos y operaciones especiales de los países que armaron el esquema.

Cuando ese mismo gobierno provisional se encuentre eventualmente mejor establecido y si hubiera logrado devolver algo del orden público perdido, esas pandillas se convertirían en un verdadero estorbo y deberían ser aniquiladas. Si, por el contrario, el gobierno provisional no logra los niveles mínimos de estabilización, las pandillas politizadas se convierten, producto de su dinámica interna, en guerrillas, movimientos políticos, lucha armada revolucionaria cuando ya estas hace mucho que dejaron de estar de moda en el continente.

La historia es un proceso de cambio constante y las antiguas pandillas, convertidas en movimiento revolucionario armado empezarán a proponer lo impensable para nuestras elites y lo inimaginable para nuestros intelectuales: Una revolución en toda la isla. Repetición de los años 1804 hasta 1822 cuando las tropas haitianas que recién se habían liberado del dominio francés y abolido la esclavitud pasaron al lado oriental a hacer exactamente lo mismo y en condiciones más o menos parecidas a las que ahora prevalecen.

La prensa y los grupos nacionalistas dominicanos viven denunciando la conjura que, según ellos, persigue unificar los dos países que ocupan la misma isla. Mas que una conjura, se trata de un arreglo de conveniencia donde Francia, Canadá y Estados Unidos se deshacen del problema haitiano, creado por ellos mismos, transfiriendo a los dominicanos, costos, responsabilidades y consecuencias.

Si este escenario verosímil pero no inevitable se produce, las antiguas pandillas haitianas convertidas en fuerza política y movimiento revolucionario, reivindicando algunas de las promesas e ideas de Aristide y algo del legado de Moise, encontrarán en el territorio dominicano la retaguardia que cada grupo o fuerza armada necesita. Así como los dominicanos de la Restauración se habían refugiado en Haití y encontrado allí apoyo y complicidad contra España, así mismo, los haitianos de esta época, cuando se vieran acosados en su propio territorio, cruzaran para este lado y al hacerlo crearán una situación nueva, sin precedentes y para la cual no estamos preparados ni siquiera mentalmente.

Las futuras guerrillas haitianas, encarnando un discurso político que estamos convencidos de que es obsoleto cruzarán la frontera cuantas veces sea necesario y, en el proceso, terminarán incorporando y soliviantando a una parte de esa misma población haitiana que ya está asentada de este lado pero que, resintiendo la discriminación y las desigualdades, decide abrazar una causa revolucionaria. Es decir, para que nos entendamos mejor: la politización de las pandillas haitianas inevitablemente infectará la zona fronteriza tanto por el cruce ilegal, armado de esta como por el potencial de contaminar esa misma población haitiana con ideas revolucionarias que, en el caso haitiano, se reducen a consignas equivalentes a las que Toussaint y Dessalines usaron para conducir la guerra de los esclavos haitianos contra colonos y tropas francesas a finales del siglo XVIII.

Los dominicanos, en general no sienten simpatías por Haití. El pasado de invasiones, la violencia, las diferencias de lenguaje, religión, conducta y valores han jugado su papel. Ahora, como hace casi cien años, antes del desastre de 1937, los haitianos de la zona roban ganado, destruyen bosques, trafican y contrabandean y esas son las principales quejas dominicanas. Pero estamos hablando y planteando una visión para un escenario completamente nuevo y como se dijo antes, impensable, inimaginable: las pandillas haitianas convertidas en movimiento revolucionario y portadoras de un mensaje de “liberación” para todos los negros y oprimidos de la isla. Es difícil pensar que esa otra retaguardia poblacional de más de dos millones de haitianos en dominicana se mantenga al margen despreciando la oportunidad que las políticas erráticas cuando no perversas de las antiguas potencias coloniales han creado para esa liberación posibilidades y oportunidades coyunturales que el mundo parecía haber dejado atrás pero que están renaciendo en una serie de países con ferocidad e intolerancia.

La unificación de la isla no ha sido ni es un proyecto de la ONU ni tampoco una conjura de Francia, Canadá y Estados Unidos pero si podría alojarse en el espíritu, el mismo pueblo y circunstancias que inspiraron a Toussaint hace doscientos años.