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SIN PAÑOS TIBIOS

Hola Perdida

Todo camino es una metáfora y también una búsqueda. La carretera esta vez no está muerta… resuma vida a ambos lados del lomo sinuoso de la serpiente asfáltica; la que seduce a los hombres con la ilusión que reverbera en ese final que siempre queda adelante.

El Atlántico está a mi izquierda y la cordillera a mi derecha; el motor devora kilómetros y lejos quedan Cabrera, Playa Grande, Río San Juan… toda la vida está atrás y adelante queda desandar lo andado con tan sólo pisar el acelerador. “No importa la pregunta, la montaña siempre será la respuesta”, y no importa el momento, porque el recuerdo siempre recrea la realidad que queremos vivir, no la real, porque esa siempre termina siendo falsa.

El diálogo de Neo con El Arquitecto resultó ser una recreación de todas las dudas que atormentan a los hombres desde Gilgamesh a Toño Rosario, pero era válida la metáfora de que alguien controlaba todo a pesar del libre albedrío del que gozamos, y que con tanto miedo ejercemos.

Los hebreos no le llamaron “arquitecto” en La Torá, y muchos rabinos afirmaron que aunque tuviera nombre no podría ser pensado, nombrado o escrito; así que serían otros judíos los que en The Matrix apelarían a ÉL con un guiño masónico; sin saber que el nuevo dios del siglo XXI sería el algoritmo, ese que es capaz de adivinar lo que queremos escuchar antes de pensarlo, porque es lo que nuestro corazón necesita oír.

Que en tierra de Tatico Henríquez suene un acordeón que parta el corazón a golpes de guitarra tampoco era casualidad, porque no necesito a La Maga para saber que “un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas”, y que un “Hola Perdida”, de “El Blachy” no era puro azar; porque sólo para el marxismo es una categoría histórica, pero para quienes creemos que el mar también es una metáfora, bien puede serlo el Atlántico como también una cama; donde los pliegues de las sábanas se asemejan a olas gigantes, sobre ese inmenso mar de apenas 2 x 2 en el que su espalda descubierta se convierte en la tibia balsa que no puede evitar el naufragio en el más dulce de los besos.

“El ex–amor de tu vida…” queda detrás pero está en todas partes. Rincón de Molinillo es un recuerdo y Guaraguao me observa sinuoso a lo lejos. El Delta Yuna–Barracote me sonríe, la vida también; el algoritmo tiene la última palabra y decide jugársela todo en una canción que se repetirá hasta el fin de los días… o por lo menos, hasta que la señal celular vuelva de nuevo; y entonces tengo una epifanía mientras manejo y me traslado en sueños al Poliedro, en Caracas, y es sábado 16 de marzo de 1991 y con su mano en la mía vuelvo a escuchar: “Aquí estás otra vez”.

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