Gobernar no es para circenses
Gobernar es cada vez más complicado; es una condición que no solo impacta a la República Dominicana, sino al mundo. No se trata de que haya sido fácil en algún momento; en las democracias y hasta en las autocracias, gobernar es conciliar intereses.
Hoy, casi todo está sujeto al escrutinio de los ciudadanos, pero, ¿siempre ha sido positivo esto? Yo creo que no.
Si bien es cierto que sobre los ciudadanos reposa el poder, y los gobernantes lo “administran” y, por ende, deben consultarlos, no es menos cierto que resulta fantasioso pensar que todo debe pasar por el filtro de la ciudadanía para su ejecución.
Si usted consulta sobre la pertinencia de entregar como comida todo el dinero destinado a la investigación científica, estoy seguro de que muchos dirían que sí, pero otros pocos sabemos que sería el equivalente a guillotinar el futuro dominicano.
Entonces, gobernar no puede verse como un espectáculo para las masas. Hay medidas ordinarias de la operación del Estado que no son graciosas, pero sí necesarias. La responsabilidad no es del pueblo ni del Estado; sencillamente, nunca se entenderá una licitación de cientos de millones de pesos para vehículos mientras la gente anda a pie. Es difícil, pero es así.
¿Por qué cuestionar los salarios de funcionarios cuyos frutos son visibles, como los del Banco Central y las superintendencias? ¿Qué de malo hay en que un funcionario de primer nivel tenga un vehículo asignado con chofer y seguridad? ¿Nos olvidamos de que roza intereses todos los días y que supera las 8 horas de su jornada laboral? ¿Por qué escatimar para que un mandatario viaje en clase business al cumplir una agenda país en el extranjero? ¿Es conveniente exonerar de impuestos la importación de dos vehículos por período o comprar uno para los congresistas?
Muchas otras preguntas darían para un test; la mayoría de las anteriores encontraría el dedo acusador del ciudadano, pero cruzan el test de razonabilidad. No puede un funcionario operar en las mismas condiciones que un ciudadano común, ya que su atención debe estar dedicada al servicio público.
Los gobiernos deben ser liderados por personas que confíen en sus propuestas, que tengan el coraje de proponer desarrollo a todo costo. La mayor parte de las obras —tangibles e intangibles— fueron incomprendidas en principio, y no fue sino hasta llegado el momento de necesidad que se valoró la visión del liderazgo que las aplicó.
No es posible construir el futuro sin empeñar el presente y la popularidad. El circo para los romanos; los gobiernos deben actuar y entender que su tarea es lidiar con las aspiraciones de bienestar de su pueblo en medio de las mismas incomprensiones de sus electores.