Umbral
FP, mística e institucionalidad
La mística, relacionada con la cuestión religiosa, debido a la acepción que arrastra desde su significado en el verbo griego “myein” (encerrado) o mystikós (cerrado), se desprenden los conceptos, “oculto” o “misterioso”. Lo místico, por tanto, en el mundo de la religión, como todo lo que se surge de la fe, no tiene explicación lógica ni científica; es, podríamos decir, una expresión de experiencias espirituales, conexiones con la divinidad o divinidades que dicen experimentar ciertos individuos que, al hacer de estas vivencias singulares un ritual de vida, o vida asceta, construyen en su entorno un aura de divinidad, que irradia una espiritualidad capaz de infundir respeto y admiración entre los creyentes, e incluso entre individuos ajenos a prácticas religiosas.
En el ambiente deportivo también se suele hablar de mística, del aura que arropa a ciertos equipos, cohesiona a sus jugadores y despierta fervor paroxístico entre sus fanáticos. Tanto apasionamiento se despierta en sus seguidores, que las derrotas se convierten en cantos de futuros triunfos. El halo misterioso, sin embargo, envuelve también a los jugadores oponentes que, intimidados en el terreno de juego, se vuelven torpes y erráticos. Los simpatizantes de otros equipos, igual que los jugadores contrarios, sufren de forma severa del arcano golpe de luz que impacta en su estado de ánimo; y así, la conjunción de estos factores subjetivos construye hechos concretos: prestigio, triunfos y gloria.
La mística está presente en el mundo político. El público (electores propios, independientes y adversarios) perciben en una formación política determinada, un mensaje que atrapa, que seduce; incluso, y con mucha frecuencia, un silencio que encanta, una conducta que embelesa, que desarma al adversario e impone un respeto cautivador que no logra el marketing ni el mitin ni cuantiosas inversiones de recursos económicos. Entonces este perfil, este talante místico, siembra sus raíces en el corazón de los ciudadanos para hacerse duradero, más duradero que el resto, resistiendo vendavales, hasta que el proceso natural de la vida, que tiene como destino la muerte, cumpla su ciclo inevitable.
Pero, ¿es cierto que la mística es una especie de maná divino que el azar distribuye? La consagración esculpe al líder religioso o a la congregación; la disciplina y las prácticas perfeccionan al jugador y al equipo; la causa y el respeto a las normas internas que crean la disciplina consciente, fortalecen al militante y al partido. La mística es pues, el resultado de una conducta, de una práctica, de un modo de vida que se expresa en lo individual y colectivo. Si en el ámbito de la religión, el deporte y la política se carece de los elementos que profesionalizan, con la dedicación y el respeto al oficio, el nimbo, la extraña nube que rodea a ciertos individuos y organizaciones, no existirían.
La mística, concepto abstracto, cuasi mágico, está enlazada o es el resultado de valores y conductas que cohesionan y generan confianza; de ahí que, para que un partido político como la Fuerza del Pueblo (FP) pueda asirse de ese intangible, de suerte que se asiente en el imaginario popular, debe avanzar hacia su institucionalización, que no es más que el respeto irrestricto de sus normas internas; debe avanzar con claridad, sin dejar un resquicio de duda, hacia la consolidación de un mensaje comprometido con los mejores intereses de la nación, como causa general, y con temas específicos de cada coyuntura que reflejen nuestra identificación con asuntos atinentes a los derechos inalienables del ser humano, sin importar fronteras ni alianzas geopolíticas, porque la identidad está por encima de conveniencias momentáneas.