El cerdo, la Navidad dominicana y la batalla contra la PPA
En República Dominicana, la Navidad y el Año Nuevo tienen un sabor inconfundible: el del puerco asado, crujiente y jugoso, acompañado de moro de guandules, y por supuesto, la infaltable ensalada rusa. En cada rincón del país, el lechón se corona como el plato estrella de las cenas familiares.
Sin embargo, este año, detrás de bambalinas se libra otra batalla menos festiva pero igual de importante: la lucha contra la Peste Porcina Africana (PPA). Porque, aunque el puerco es la estrella de la mesa, su presencia en nuestros hogares depende de un esfuerzo titánico para proteger al sector porcino del país.
Desde que la PPA irrumpió en 2021, el cerdo ha pasado a convertirse en un símbolo nacional de resiliencia. Con pérdidas importantes en sus inicios e inversiones millonarias por parte del estado y la cooperación americana. Hoy el sector cuenta con las primeras granjas certificadas en bioseguridad, productores comprometidos y el apoyo continuo de organismos internacionales. El país ha tomado cartas en el asunto para garantizar que el cerdo dominicano no solo siga siendo el rey de las festividades, sino también un motor económico que genera más de 50.000 empleos y asegura la producción de 65.000 toneladas de carne al año. Imagina una cena navideña sin puerco. Difícil, ¿no?, pero esa es la amenaza que enfermedades como la PPA representan en el mundo. En Asia, la PPA provocó la pérdida de más de 10 millones de cerdos en 2019, impactando tanto la producción nacional como los mercados internacionales. Pero esta crisis aceleró la transformación del sector porcino, pasando de un 70% de pequeñas explotaciones a un modelo más industrializado, con un 80% de producción tecnificada. Todo eso basado en medidas de bioseguridad, control e inversiones en tecnología. Y la asistencia técnica. Los productores dominicanos, apoyados por el Ministerio de Agricultura y DIGEGA, la FAO y organismos como USDA-APHIS, han dado un paso al frente.
Con la reciente ceremonia de entrega de certificados de bioseguridad, República Dominicana busca demostrar que no sólo es poseedor de un turismo de nivel mundial, sino también de cerdos certificados al mejor estilo europeo. Allí, el presidente Luis Abinader y las distintas instituciones claves del agro celebraron este hito, destacando a granjas como Hacienda Rivera, Nugeporc, Grupo Mirito y Cerdos Caribeños, por haber alcanzado estándares internacionales, que hoy miran a los ojos a las granjas de España, Portugal o Colombia.
Con prácticas que van desde la instalación de mallas anti pájaros, que ni los mosquitos más persistentes pueden atravesar, hasta exigentes protocolos de limpieza, lavado y desinfección, la bioseguridad dejó de ser un término técnico y se convirtió en el “seguro de vida” del sector. Como siempre he insistido, No importa el tamaño de la finca, todos los productores tienen el poder de prevenir enfermedades y proteger su inversión. El Banco Agrícola ha lanzado un fondo de RD$600 millones, con condiciones flexibles, para financiar a los porcicultores que decidan modernizar sus granjas bajo estándares de bioseguridad. Es crucial que este esfuerzo alcance también para los pequeños productores, esenciales para modernizar el rubro porcino, y asegura la sostenibilidad de una de las principales fuentes de proteína animal del país, vital para la seguridad alimentaria y la economía nacional.
Actualmente, la carne de cerdo representa la segunda fuente de proteína animal más consumida en el país, con un promedio de 25.7 libras per cápita al año. Asegurar su inocuidad no es un lujo, es una necesidad.
Y ahora que el país también destaca en el avance en la lucha contra la subalimentación (hambre), con una tendencia a la reducción, el fortalecimiento del sector productivo, para garantizar la disponibilidad de proteínas es crucial para lograr la meta de poner fin al hambre.
Pero aún queda mucho por hacer, para nombrar por lo menos tres urgentes: El control de la movilización de animales carnes y subproductos es esencial para evitar la propagación de enfermedades; los mataderos, donde un enorme trabajo en infraestructura, inspección, vigilancia y control para garantizar que se cumplan los requisitos básicos de inocuidad y salud pública. Para garantizar que el cerdo siga siendo el protagonista de nuestras mesas, es crucial contar con una regulación que acompañe el proceso de bioseguridad y modernización del sector porcino. El estándar de bioseguridad es único y es internacional; no hay espacio para improvisaciones ni para “aplatanarlo”.
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