Ideando
Ansiedades cotidianas
Las complejidades del tránsito nos van a llevar a la locura.
Cuando no es la sirena de una ambulancia anunciando su urgencia en medio de una vía congestionada donde no hay para dónde coger, es un policía que desordena el tránsito dándole preferencia a cualquier funcionario de inmerecida distinción que estrangula la circulación y complica la movilidad; o la mirada amenazante de un agresivo limpiacristales cuando le rechazamos sus servicios; o el delivery que lo irrespeta todo con su prisa callejera; o el temible motoconchista que te lleva el retrovisor y encima de ello te hace muecas ofensivas y denigrantes; o el bocinazo indecente del camionero o la voladora que siempre tienen prisa y que solo les falta pasarte por encima con su “urgencia” imprudente; o el haitiano que te toca el vidrio para ofrecerte un aguacate o la fundita de maní en esa nueva modalidad del retail callejero en calles y avenidas; o el anciano que te extiende la mano o te muestra la alcancía de su miseria en medio de la vía; o el chofer que te hace seña para que violes la señal roja del semáforo porque no viene nadie; o el carro de concho que entiende que la luz amarilla es para acelerar y cruzar y no para tener precaución; en fin, todas estas vicisitudes diarias son verdaderos azotes para la paz y el equilibrio mental.
Poco a poco, la ciudad se ha ido convirtiendo en un manicomio de gente cuerda que transita diariamente por este mar de ansiedades cotidianas.