sin paños tibios
¿Dialogar con quién?
Sin importar que cumplamos nuestra ley migratoria, Constitución o decisiones de tribunales, frente a Haití siempre quedaremos como el adulto que le roba una paleta a un niño…
A la realidad de una relación de vecinos desigual y asimétrica le sigue también el papel de víctima que le ha tocado vivir al pueblo haitiano. En primer lugar, de sus gobernantes y élites empresariales; pero también de Estados Unidos –que lo invadió cuatro veces–; Francia –que lo obligó en 1825 a “pagar” por su independencia, deuda que fue finalmente saldada en 1947–; Canadá y las demás potencias por su indiferencia; pero, en ningún listado se encuentra nuestro país.
No obstante, en la categoría de “malo de la película” siempre estaremos. Sin importar que fuimos los primeros en llegar tras el terremoto; que gastamos el 12% de nuestro presupuesto de salud en atender sus inmigrantes; o que 147,906 niños haitianos (5.6% de la matrícula) reciben gratuitamente educación en nuestras aulas, consumiendo directa o indirectamente más de 16 mil millones de pesos. Acciones que no renegamos ni dejaremos de hacer, porque los derechos fundamentales son inherentes a todo ser humano y porque nuestro gesto de desprendimiento se corresponde con el espíritu de solidaridad del pueblo dominicano. Sin embargo, en cualquier reportaje o investigación periodística extranjera sobre la situación en Haití, rara vez es mencionada la República Dominicana, como si el vecino país estuviera solo en la isla… Más si se pronuncian sobre la situación de sus migrantes en nuestro país, construyendo con relatos incompletos y sesgados una imagen de país opresor que no se corresponde con nuestro apoyo y esfuerzo presupuestario.
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