OTEANDO
La vocación de Raquel Peña
En mi participación en un prestigioso programa radial del país, donde laboro como analista político, me mostré sorprendido al enterarme de que el entonces candidato presidencial del año 2020 por el Partido Revolucionario Moderno, licenciado Luis Rodolfo Abinader Corona, había elegido compañera de boleta para las elecciones de entonces a la licenciada Raquel Peña. No recuerdo las palabras exactas con que lo hice, pero sí puedo asegurar que mi opinión fue de asombro y que, además, afirmé que nadie la conocía, apreciación errónea que acaso fundamenté en el irrelevante hecho de que no la conociera yo, si bien me enteré días después de que se trataba de la hija de don Leocadio Peña, un verdadero caballero a quien tuve la oportunidad de conocer hace ya muchos años.
Mis pronósticos no dejaban brecha alguna a la eventualidad de que esta mujer pudiera tener un desempeño ni siquiera aceptable. Y recuerdo que esta actitud mía se fundaba en el hecho de que la hoy vicepresidenta no tenía abolengo político que le precediera, cuestión capital si tomamos en cuenta que un vicepresidente es, de hecho, un presidente en potencia, ya que es elegido -o elegida- para sustituir al presidente en caso de ausencia de este. Y, efectivamente, la falta de un acervo político y de experiencia de Estado casi siempre serán un obstáculo para desempeñar con éxito la presidencia de la república.
Con todo, una vez electa en 2020, en medio de crueles comentarios en el sentido de que tenía ansias de connotación, porque “aparecía hasta en la sopa”, la hoy reelecta vicepresidenta se fue abriendo camino mostrando al país que no solo tiene sobradas competencias, sino que posee una positiva predisposición para el ejercicio del poder político y del Estado. Exhibe una incomparable capacidad de trabajo en armonía con su apariencia fresca y trato afable libre de postureo. Además, parece que su formación personal la excluye de la miríada de políticos precipitados que van por ahí trepando al frondoso árbol del poder de forma maratónica y sin escrúpulo alguno. Tales atributos, la han convertido en acreedora de mi rectificación acerca de sus aptitudes para el Estado y para la política.
No le conozco personalmente, pero ella ya es dueña de la fama pública, y quienes adquieren ese estatus están expuestos al escrutinio de sus conciudadanos. No pertenezco a ningún partido político, pero tampoco necesito ser del PRM para reconocer a doña Raquel Peña como alguien cuya vocación ha superado mis expectativas y la de una gran cantidad de dominicanos. Enhorabuena.