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SIN PAÑOS TIBIOS

Toca contener el aliento

Hacia el oeste queda la penumbra… que el día no comienza y la noche se niega a morir en quienes madrugan y deben salir temprano. En el retrovisor del vehículo se refleja el sol que aún no nace, y todo el cristal queda inundado por el arrebol del amanecer en una explosión que inunda el cielo por completo, tiñéndolo de rojo.

Es perturbador avanzar hacia las sombras cuando la luz está a nuestras espaldas. Santo Domingo despierta y hoy es jueves, y mañana, cuando este artículo salga, probablemente sea viernes y quizás el cielo esté igual, o quizás más hermoso; porque en la simpleza de los eventos más ordinarios despliega la naturaleza su belleza. Es hermoso ver el amanecer (sobre todo en silencio) y es poético el carnaval de luces rojas y amarillas, y las infinitas tonalidades que pueden darse al conjugarse los colores en la paleta del creador, que es el cielo.

La imaginación siempre se adelanta a la realidad, y acaso al imaginarla la proyecta; así que vale imaginar en qué momento el cielo dejará de estar iluminado por el sol rojizo del alba y lo será por “el resplandor de mil soles” generados por una explosión nuclear. Oppenheimer recordó al señor Krishna en el Gītā, cuando desde su refugio en Alamogordo observó la explosión de “Trinity” y presintió en la penumbra de la noche iluminada que se había convertido en la muerte, en “el destructor de mundos”; y eso nos obliga a recordar que el frágil equilibrio nuclear ha sido desafiado, a propósito de la guerra en Ucrania.

La autorización de Biden del uso de armas norteamericanas de largo alcance dentro de territorio ruso (pese a ser una línea roja de Moscú) ha incrementado las apuestas hacia la nuclearización del conflicto, sobre todo a raíz del cambio de doctrina nuclear del Kremlin y el corte del teléfono directo. A días que el nuevo inquilino de la Casa Blanca llegue, Biden ha decidido echar toda la leña al fuego donde se quema la sinrazón y la cordura, y toca esperar que sea el ruso quien tenga los pies de plomo; o lo que es lo mismo, confiar en la racionalidad del agresor y no en la sensatez de los agredidos.

La historia cuenta que la noche del 21 de junio de 1941, a escasas horas de que Hitler desatara su tormenta de odio y muerte sobre la Unión Soviética, el cielo se tiñó de rojo como si estuviera consumiéndose por el fuego del Valhala. Pocos sabían que al otro día Alemania se jugaría el todo o nada en una carta, quizás por eso Hitler murmuró “Que Europa contenga el aliento”… ese que contengo cuando veo cada día el rojo amanecer por las mañanas, sin saber si es el brillo del sol o el de un misil que nadie espera.