Somos la mercancía
El rápido e impredecible desarrollo y crecimiento de la inteligencia artificial ha generado, y lo seguirá haciendo, múltiples comentarios y preocupaciones en torno a sus aplicaciones y consecuencias en el ser humano, tanto respecto a su comportamiento, como a los procesos subjetivos.
En esta época de “inteligencia artificial y de redes sociales” en que, entre lo privado y lo público, solo existe una línea muy delgada, ¿cómo las personas podrán construir sus propias subjetividades e identidades? ¿Cuáles sentimientos, deseos y pensamientos podremos reivindicar como estrictamente propios?
Tres doctores, uno en teología (Hernando Barrios Tao de la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia) y dos en educación (Vianney Díaz Pérez y Yolanda Guerra Universidad de Santo Tomás de Colombia y University of Wisconsin de los EE.UU respectivamente) nos colocan ante dilemas múltiples. Y no es para menos.
Los autores del artículo Subjetividades e inteligencia artificial: desafíos para ´lo humano´, llaman a este desarrollo tecnológico la “fuerza poderosa” impulsada por avances en la realidad ampliada, el reconocimiento de voz y emociones, algoritmos configuradores de máquinas y plataformas digitales, aprendizaje mejorado, etc.
Reconocen los cambios que ello supone tanto en el ámbito de los procesos propios del ser humano, como de sus relaciones. Alertan sobre lo que podría ser una reconfiguración de la cultura humanista y la necesidad de repensar las subjetividades, el horizonte de comprensión humana, como la naturaleza humana misma. Es decir, de atributos reconocibles históricamente al ser humano.
Ningún ámbito se escapa de tales consecuencias: la antropología, la psicología, la medicina, la educación, el periodismo y las dimensiones profesionales y éticas de este ejercicio, como incluso el ámbito de la teología y cuanto tiene que ver respecto al significado y origen de lo humano.
Parecería que nada humano se escapa a la irrupción de la inteligencia artificial y sus aplicaciones que, al pensar de muchos, es el talón de Aquiles de un uso que puede llegar mucho más allá del deseo de contribuir con el mejoramiento de la calidad de vida, convirtiéndose en una herramienta poderosa de control y negocio.
¿Cómo será la construcción de la vida íntima y de nuestro self, nuestro sí mismo, ante una tecnología que irrumpe sin esperarlo y sin buscarlo en nuestros gustos, nuestras emociones, nuestras intimidades, en lo que anhelamos y deseamos, en todo ese mundo interno hasta ayer escondido en lo más profundo de nuestra alma?
Como viene planteándose cada vez con mayor frecuencia y vehemencia, y con no menos preocupación, hoy nuestras subjetividades expresadas en gustos y sentimientos, en vivencias emocionales como incluso racionales, se ha constituido en la verdadera y apetecible mercancía a poseer de cualquier manera.
No por otra razón Martin Seligman señala que uno de los factores más poderosos en el desarrollo de la infelicidad hoy día, lo constituye la pérdida creciente del control de nuestro propio comportamiento y de aquello que internamente lo impulsa y motiva, colocando dicha razón fuera de todo control personal.
A través de las redes sociales se monitorea en tiempo real nuestras preferencias y nuestros gustos, aquello que nos llama la atención como lo que no; se construyen nuestros perfiles como los de aquellos con quienes tenemos contacto y de esa manera, se nos predispone hacia determinadas cosas y estilos de vida.
Qué hacer con nuestro ocio, qué tipo de películas o música escuchar, cuáles tipos de cosas comprar; cuáles son nuestros gustos y cuáles predisposiciones, se han constituido en el objeto de quienes manejan estas inmensas bases de datos, que se engrosan día a día con nuestros “clic” e impresiones visuales a través de las cámaras.
Somos la nueva mercancía expuesta en toda su desnudez física y mental.
Profesor Titular INTEC