POLÍTICA Y CULTURA
La Feria del Libro, ¡como el país que queremos!
La cultura es un proceso acumulativo de expresiones creativas, que van conformando la identidad de una nación, el rostro social y humano de una lengua, un aprendizaje que se enrola en generaciones continuas de consonancias, en el ejercicio constante de perfil continuo, asentamientos creadores de fases históricas, reconocimientos constantes de la lengua y de la historia. Somos una concreción de fases evolutivas y consagraciones de normativa y periplo identitario.
La recién finalizada Feria del Libro ha proyectado un ejercicio y práctica cultural sobre un esquema organizativo impecable.
El público, bajo una asistencia masiva incluso debajo de una llovizna persistente con una constante plural de participación popular ordenada, disciplinada, se ha identificado con el orden establecido.
Nada de vulgaridad espantosa, nada de resquebrajamiento del respeto a los símbolos nacionales, nada del vocerío pululante del dialecto ríspido de la excrecencia social y parlante. Por doquier era una composición social plural.
Gente de los diferentes estratos del marco organizacional del pueblo llano, junto a sus cantores, relatores, artistas, disertantes, conferencistas, músicos y poetas.
Ni un solo incidente, ni una sola trifulca, ni un solo asalto a las casetas o museos, ni una sola lesión a la dignidad de la masa humilde, quienes con sus niños en flor de vida coloreaban sus cuadernos o leían sus coplas al viento.
Ni una sola expresión de la vulgaridad asfixiante de los ventrílocuos de la toxicidad verbal, el desenfreno torrencial del libertinaje que empobrece la palabra y la dispensa del verbo enamorado.
Era la fiesta del libro, la Feria del Libro del poeta Mateo Morrison, ese pico de montaña de lo más granado de la intelectualidad, a él, dedicada en nombre una política cultural cascabeleada con delectación de artista por el Ministerio de Cultura bajo la dirección traslúcida de Milagros German y un equipo de formidables líderes y dirigentes culturales a todos los niveles, como el Director de la Feria, Johan Ferrer, incansable diseñador, creativo y organizador a tiempo completo de aquel evento inmenso, junto a nuestra escritora e intelectual, Ángela Hernández, brillante ejecutora y programadora de todo el ensamblaje de conferencias y actividades, con la presencia acentuada y puntual de Giovanny Cruz, ideólogo del Ministerio de Cultura, y un equipo de cientos de trabajadores de la cultura a todos los niveles.
Al Presidente Luis Abinader le ha correspondido desarrollar el ciclo más definido y preciso de una política de Feria cultural, la mejor organizada, la más disciplinada, sin un solo incidente, sin una sola vulgaridad expresiva de la decadencia moral que flagela algunos segmentos de la sociedad dominicana.
Fueron los últimos días de la Feria bajo una alterna llovizna cuando muchedumbres de niños, jóvenes, maestros, gente del pueblo, académicos, se volcaron sobre la Plaza de la Cultura en un verdadero escenario de goce y esplendor.