PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Adolfo Nicolás, la mayor distracción: el yo

En su testamento espiritual, Adolfo Nicolás recuerda, como desde los primeros tiempos en la Iglesia siempre han existido personas obsesionadas por su imagen, por las apariencias y la opinión de los demás. Pablo rechazó todo este fariseísmo, por ejemplo, cuando les dice a los Gálatas “¿Con quién tratamos de estar de acuerdo?, ¿con los hombres o con Dios? ¿Acaso tenemos que agradar a los hombres? Si tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1,10).

Andamos descentrados cuando nos dirigen “la competencia, la necesidad compulsiva de estar al día en tecnología, tener aparatos electrónicos exquisitos, usar nuevas posibilidades de comunicación”.

Nuestras mismas instituciones se vuelven presas de su imagen cuando se obsesionan “con un progreso medible y la garantía de un futuro en un mundo de mercados difíciles.” Caemos en lo artificial y nos falta la inteligencia.

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