MIRANDO POR EL RETROVISOR
El desafío de ser docente en tiempos de Inteligencia Artificial
Conversé la semana pasada con mi estudiante Darlyn Contreras sobre el uso que le da a la inteligencia artificial (IA) para sacarle el mayor provecho a esa herramienta tecnológica, actualmente tan valiosa en la educación superior.
Me contó su cuidado para que la IA sea un apoyo y no la autora final de las asignaciones de sus profesores en la universidad, donde cursa el cuarto cuatrimestre en la carrera de Comunicación Social.
Por ejemplo, ella suele pedirle a ChatGPT definiciones de diversos autores sobre un tema para luego realizar las debidas comparaciones. Si quiere utilizar alguna frase, pero ignora el nombre de su autor, también la usa para identificar el personaje en esa aplicación de chatbot desarrollada en 2022 por la empresa estadounidense OpenAI.
Con respecto a los profesores, se queja de que la mayoría están en desacuerdo con el uso de la IA, en lugar de indicarles a sus estudiantes cómo utilizar esa herramienta de una manera responsable y con apego a la ética.
La educación superior es un sector donde las modernas tecnologías de la información y, ahora con mayor ímpetu el uso de la inteligencia artificial (IA), han dejado rezagados con mayor rapidez los viejos modelos que por tantos años moldearon el proceso enseñanza-aprendizaje. Un ejemplo muy elocuente: Los estudiantes ya no copian en sus cátedras o cuadernos los apuntes y asignaciones que el profesor plasma en la pizarra, simplemente le toman una foto con sus celulares.
Uno de los principales beneficios de la IA en la educación superior es también su capacidad para proporcionar comunicación instantánea entre profesores y estudiantes. Los resultados de las dinámicas que el docente implementa en los salones de clases son recibidos inmediatamente por el sistema de mensajería Whatsapp, aunque, en la Comunicación Social, la carrera en que imparto docencia, muchas veces sin el debido cuidado en el manejo de las más elementales reglas de redacción.
La IA ha emergido como una herramienta revolucionaria en la educación superior y los docentes universitarios no pueden permanecer al margen de esa realidad que lo ha cambiado todo. Por ejemplo, ya no basta con “googlear” un texto para identificar fraudes y el “copiado y pegado” a que tanto se ha apelado, sin someterlo a un riguroso análisis, para entregar tareas como propias a los profesores.
En el pasado cuatrimestre viví la experiencia de dos estudiantes que apelaron a la IA para realizar la práctica final de una asignatura. Una aplicación, aunque no todas resultan tan confiables para una justa evaluación, reveló que uno de los textos entregado como propio tenía un 60% de contenido aportado por la IA.
En realidad, en ambos casos funcionó más la intuición que aportan tantos años en el campo de la docencia. Con los primeros dos meses de cuatrimestre ya, en mi caso, puedo identificar todas las debilidades de cada uno de mis estudiantes y al final del nivel los avances que han tenido. Asignar algunas prácticas en el aula sin que predomine el uso del celular me ha permitido evitar también los sesgos que trae consigo la IA y la ética que debe prevalecer en el uso de esta valiosa herramienta.
Aunque algunos docentes estiman que la IA es la más seria amenaza para su permanencia en el sector educativo, la realidad es que puede ser una gran aliada que les permita ahorrar tiempo en algunas tareas administrativas, como corrección de evaluaciones y tareas, dedicando la mayor parte del tiempo a desarrollar estrategias pedagógicas innovadoras.
Cuando he conversado con algunos colegas sobre el tema, sus principales inquietudes son si un robot en el futuro sustituirá a los profesores y, otra más inmediata, que exámenes y tareas sean resueltos con la inteligencia artificial generativa (IAG), la cual permite elaborar “contenido original” a través de determinados datos.
En gran parte la culpa debería recaer más en las universidades que en los docentes, aunque hay que admitir el rezago de educadores en el manejo de las avanzadas tecnologías por la resistencia a los cambios. Por más que un educador se afane en evitar el uso de celulares en los exámenes –me sucede con frecuencia- se encontrará cuando corrige esas evaluaciones con varias respuestas idénticas sobre preguntas que los estudiantes “googlearon” o que sometieron al escrutinio de la IA. La solución sería erradicar este método de evaluación que todavía es obligatorio en diversas universidades.
En mi caso, la solución que he encontrado para evitar esa versión moderna de los “chivos” en los exámenes, mientras la universidad decida mantenerlo como método de evaluación, es erradicar las preguntas encajadas y apelar más a aquellas que fomenten el pensamiento crítico y la creatividad de los estudiantes.
Con regularidad aplicó también dinámicas en el aula que permitan las conexiones humanas entre los estudiantes, para sacarlos momentáneamente de un mundo tan digitalizado y viralizado. Ha sido una tarea difícil evitar que algunos estén chateando durante las horas de clases.
La realidad, como bien apuntan los expertos en el área, es que la IA permite crear entornos de aprendizaje más acordes con las necesidades e inquietudes actuales de los estudiantes, promoviendo una enseñanza más eficaz y personalizada.
El uso de la IA en la educación superior implica enormes desafíos que las universidades y docentes deben encarar sin más dilación. Se requiere dotar a los educadores de los conocimientos necesarios para integrar eficazmente las tecnologías de IA en la formación académica, en lugar de satanizarlas y verlas como una amenaza.
Otro ejemplo muy ilustrativo. La semana pasada observé a un niño de 12 años viendo tutoriales en Youtube para resolver problemas matemáticos, pero compartidos por profesores del área. Es una muestra de que la tecnología no es una amenaza ni un riesgo de reemplazo, simplemente permite al educador potenciar su trabajo. Si se lleva a las aulas sería una manera más dinámica y entretenida de enseñar.
Preocupada por el uso responsable y ético de la IA, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha exhortado a los Estados miembros a que su aplicación en los contextos educativos responda a los principios básicos de inclusión y equidad.
El mandato de la Unesco exige intrínsecamente un enfoque de la IA centrado en el ser humano, enfatizando en el papel desempeñado por esa herramienta en la solución de las desigualdades actuales en materia de acceso al conocimiento, la investigación y la diversidad de las expresiones culturales, además de garantizar que la IA no amplíe la brecha tecnológica dentro de los países.
“La tecnología de IA aporta importantes beneficios en muchas áreas, pero sin las barandillas éticas corre el riesgo de reproducir los prejuicios y la discriminación del mundo real, alimentando las divisiones y amenazando los derechos humanos y las libertades fundamentales”, ha reflexionado el organismo apéndice de Naciones Unidas.
Centrada en ese objetivo, la Unesco también elaboró, en noviembre de 2021, la primera norma mundial sobre la ética de la IA titulada "Recomendación sobre la ética de la inteligencia artificial", aplicable a los 194 Estados miembros de la institución.
Cita que la protección de los derechos humanos y la dignidad es la piedra angular de esa recomendación, basada en el avance de principios fundamentales como la transparencia y la equidad, recordando siempre la importancia de la supervisión humana de los sistemas de IA.
Y ahora que algunas academias privadas del país han mostrado su disposición de convertirse en escenario para el debate de sentidos problemas nacionales, ese tema debería ser también una prioridad, con énfasis en la ética de la IA.
Otro gran desafío para las academias de educación superior, como plantea la Unesco, es el riesgo de la brecha digital que podría acarrear el uso de la IA en los programas de estudios. Las universidades deben entender que la implementación de IA requiere una oportuna y cuantiosa inversión en infraestructuras tecnológicas.
En la carrera de Comunicación Social, a las advertencias sobre ética periodista, ahora hay que añadirles las preocupaciones en el ejercicio por el manejo responsable y ético de la IA.
La IA ha llegado para quedarse y su impacto en el ámbito educativo es indetenible. Y sus dilemas éticos van más allá del otrora “chivo” en las aulas y las clásicas tentaciones a vencer durante el ejercicio de la Comunicación Social.