Deportistas

Me mandaron por whatshapp una foto de Rafa Nadal raqueta en mano: «Se retira la única izquierda del mundo que ha servido para algo». Reconozco que me emocioné un poquito. Por edad, asistí al nacimiento del tenis como deporte verdaderamente popular en España. Antes era un juego de ricos o de extranjeros, un espacio acotado en urbanizaciones de lujo. Cuando yo tenía 10 o 12 años no conocía a nadie que jugase al tenis. Imaginarme a mis padres o cualquier amigo de ellos vestido de blanco y subiendo a la red habría sido tan chocante como verles tirarse en parapente. 

Pero luego apareció Manolo Santana y todos nos enteramos de que el tenis existía, de que podía ser emocionante y de que un español se codeaba con los mejores jugadores del mundo. ¡No, mucho más: que era el mejor del mundo! En mi perfecta ignorancia deportiva (que aún conservo, agravada por los años) yo estaba convencido de que no había nadie como Santana y de que si no todos lo admitían era porque, siendo español, nos regateaban el reconocimiento. Fui de los que no se sorprendieron cuando Manolo derrotó a Rod Laver o a Roy Emerson o cuando junto a Orantes ganaron la Copa Davis. Yo tenía asumido que no podía haber otro como él.

A los jóvenes de hoy, ojalá tengan mejor futuro del que parece, les será difícil imaginar lo que significaban los grandes triunfos deportivos en los años oscuros del franquismo, cuando España permanecía relegada en todos los órdenes y cualquier reconocimiento internacional nos parecía un regreso de nuestro Espíritu Santo. En fútbol éramos indiscutiblemente muy buenos, pero nuestros mejores equipos se nutrían de jugadores extranjeros, aunque pronto los adoptásemos como nativos.

Regístrate Gratis

Por favor, regístrate ahora para seguir leyendo

¿Ya estás registrado? Inicia sesión aquí

Tags relacionados