Trayectoria y desafíos del VIH en el país
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En la República Dominicana, el VIH ha pasado de ser una crisis sanitaria devastadora en las décadas de 1980 y 1990 a una condición crónica manejable, en parte por los avances en el tratamiento antirretroviral y la mejora en los programas de prevención. Este cambio ha contribuido a una percepción social errónea de que el VIH ya no es un problema de salud pública. La creciente disponibilidad de medicamentos que permiten a las personas vivir con el virus de manera casi normal, junto con la reducción de la mortalidad, ha generado una complacencia que invisibiliza la persistencia de nuevos casos y las barreras que enfrentan las poblaciones vulnerables. A pesar del avance en las intervenciones biomédicas, el estigma, la discriminación y las desigualdades en el acceso a los servicios de salud continúan afectando la lucha contra la epidemia, lo que refleja una normalización peligrosa que minimiza la urgencia de los esfuerzos de prevención y eliminación.
En próximas entregas estaré abordando los ecos de una pandemia de los 80 en nuestros tiempos, y cómo la evidencia científica actual nos permitirá ser un país libre de VIH.
Pero ¿dónde empezamos? En junio de 1981, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU. reportaron los primeros casos de una extraña forma de neumonía en cinco hombres homosexuales en Los Ángeles. Este evento marcó el reconocimiento inicial de lo que posteriormente se conocería como Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA). No obstante, hoy sabemos que el virus causante del SIDA ya circulaba en Léopoldville (Actual Kinsasa) en 1920, y basado en análisis moleculares, que aproximadamente en 1960 ya el virus circulaba en la República Dominicana y Haití.
En 1982, el término “SIDA” ya era utilizado para describir el conjunto de signos y síntomas del síndrome, y los casos comenzaron a ser reportados en otros países. En esta fase, el virus seguía siendo desconocido y la enfermedad se asociaba principalmente con hombres homosexuales y personas que usaban drogas intravenosas (de ahí, el origen del primer estigma de la enfermedad: que solo afectaba a grupos específicos de la población). En 1983, investigadores del Instituto Pasteur en Francia, liderados por Luc Montagnier y Françoise Barré-Sinoussi, identificaron el agente causal del SIDA, un avance crucial en la comprensión de la enfermedad.
En 1985, se desarrolló la primera prueba de anticuerpos para el VIH (ELISA), lo que permitió la detección temprana del virus. Esto mejoró significativamente el diagnóstico en todo el mundo, incluyendo la República Dominicana; aunque el acceso a pruebas seguía siendo limitado. De acuerdo con el informe de la reunión de la OMS en septiembre de 1987, el primer caso de VIH confirmado en el país fue el 31 de diciembre de 1985, y para el momento del informe 200 casos habían sido reportados con 35 mortalidades. Basado en esos números, junto a 912 casos y 124 mortalidades en Haití, en la región del Caribe se estimaban 12.5 casos por 1,000,000 de habitantes, comparados con solo 2.9 en Latinoamérica. Las estimaciones más conservadoras de la época reportaban que la tasa de letalidad en 1987 era de 56%. Consideremos que esos números no reflejaban la imagen completa de la epidemia por la falta de acceso a pruebas en esos momentos.
En Haití, el doctor Jean Pape reportó la primera cohorte de casos de SIDA en un artículo fundacional publicado en la New England Journal of Medicine, en el que se hacía referencia a un incremento en los reportes de Sarcoma de Kaposi (un tipo de cáncer) entre 1978-1979, y estimaban que el 80% de las personas diagnosticadas con el mismo morían a los seis meses. Jean reportó como factores de riesgo para el SIDA las relaciones sexuales bisexuales y las transfusiones sanguíneas en el 17%-22% de los casos, que eran personas jóvenes (media 32 años), y que no importaba su estado socioeconómico.
En un artículo publicado en la revista médica JAMA en 1987, la doctora Ellen Koenig y su equipo reportaron una prevalencia de anticuerpos en dominicanos y haitianos residentes en bateyes de entre 10%-19%, y describieron el turismo sexual de la época como la principal razón de entrada del virus a la isla. La misma Ellen admitiría en un artículo posterior haber recibido llamadas de las autoridades de aquel entonces acusándola de sabotaje de la industria turística. Lo que no sabían era que estaban ante la primera pandemia global de la historia moderna, una con conectividad aérea intercontinental, con redes de comunicación en tiempo real y avances científicos que no existieron en la época de la influenza de 1918. No obstante, los mecanismos de colaboración, innovación y movilización social aún eran inexistentes. A mi entender esta es la época más oscura de una epidemia que aun reverbera en nuestros oídos. Su eco tiene efectos sociales expresados en la marginalización, estigma, discriminación y exclusión social.
El doctor Robert Paulino-Ramírez es experto en enfermedades tropicales y virus emergentes, profesor de medicina tropical y salud global en la Universidad Iberoamericana, Unibe, miembro de la Academia Dominicana de la Medicina, y miembro titular en salud de la carrera Nacional de Investigación.