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EL BULEVAR DE LA VIDA

No todos los días se blinda una democracia

Tanto fue la reelección presidencial forzada a la fuente de la burla y el descaro contra nuestra institucionalidad democrática... que un día apareció un ciudadano que los votos hicieron Presidente y, de manera sorpresiva y sorprendente, cumplió su promesa de no modificar la Constitución para beneficiarse de un tercer mandato a pesar de haber alcanzado voto a voto el control de las dos cámaras legislativas. Si algo faltaba, se empecinó y logró que los legisladores de su partido aceptaran modificar la Carta pero para blindarla, para salvarla del hecho funesto pero no descartable de que, en 2028, quien le suceda en el cargo caiga seducido por ese síndrome Hybris del Poder que hace a los políticos sentirse indispensables. (El poder es erótico y aloca mucho).

No entiende uno por qué un gobierno que ha cometido más de una torpe novatada, (el proyecto de reforma fiscal, por ejemplo) ha dejado pasar sin socializarlo/celebrarlo como se debe el acontecimiento político más importante de nuestra democracia, desde que Balaguer fue echado del poder en 1978. No todos los días se blinda una democracia de la amenaza que representa la modificación constitucional para permitir la reelección que por décadas ha sido la fuente originaria de una corrupción política que en nuestro país lo ha pervertido todo, que por algo somos ya el estable país de las mafias coronadas.

La fiesta debió ser mayor. El valor de este blindaje ha debido ser explicado con mayores detalles a los ciudadanos que son quienes han padecido las burlas presidenciales todos estos años.

Puestos a ser justos, digamos que, haber cumplido su promesa de blindar la Constitución y no reelegirse más allá de lo que ella le permite, es suficiente para que uno le reconozca al hijo del Dr. Abinader sus dotes de demócrata cabal e hijo agradecido. Pongámonos bíblicos y digamos con don Mateo, que “por sus hechos los concereís”, sin olvidar que sin hechos “las palabras, entonces, no sirven, son palabras”, que dijo el santo Rafael Alberti.

Logrado lo improbable, a ver ahora si Luis logra el milagro -no el de los panes y los peces, que es cosa fácil-, sino el de salvar al PRM de sí mismo para concentrarlo en cumplir sus promesas de cambios que no han cambiado. En eso, Presidente, que Dios le inspire y que Dios le ampare. Lo va a necesitar.