SIN PAÑOS TIBIOS

Sin pena ni gloria

Verdades sean dichas: desde la fundación de la república la figura de la reelección presidencial ha oscilado como una espada de Damocles sobre el pueblo dominicano. Los argumentos a favor o en contra han sido los mismos, y van desde que la experiencia y el capital político acumulado por un gobernante en ejercicio no puede desperdiciarse, hasta el hecho de que en un país con débil institucionalidad donde pesa el clientelismo, los frenos al uso de recursos del Estado resultan infuncionales.

Algo de razón llevan unos y otros, y el presidente Abinader se inscribía en el colectivo que entendía que la reelección presidencial ha sido funesta en nuestra historia, y había que ponerle un candado irrompible que fuera más allá del “nunca jamás” que señalaba la de 2015, y que casi lograron abrir desde adentro en 2019, a no ser por la llamada de Pompeo; o lo que es lo mismo, una injerencia pura y dura del imperio… que en ese caso convino.

Con la proclamación de la Constitución de 2024, Abinader entra a la historia por la misma puerta que saldrá del poder. Anulado políticamente de por vida, mientras los propios no entienden, los extraños se frotan las manos y los precandidatos del partido se miran entre sí con recelo, con la misma tensión y angustia con que “el bueno, el malo y el feo” se disponían a batirse a duelo en “Sad Hill”… sólo que no hay spoilers.

El discurso del presidente fue bueno, y no faltó a la verdad en su recuento histórico y en decir que él puso el candado y botó la llave. Queda sin embargo la sensación de que lo que debió ser un triunfo –más que una mera proclamación– quedó reducido a un acto protocolar ajeno a la gente y sus cotidianidades.

El gobierno decidió conocer tres reformas en cuatro días, y pasó la primera sin problemas, pagando el precio de que la segunda deslució todo, mientras la tercera está en el aire. Pudo el gobierno dedicar más tiempo en comunicar, explicar, socializar, en línea con la novedosa consulta que el presidente hizo el 04 de agosto en sus canal de WhatsApp; profundizar la estrategia de dar a conocer cómo las medidas propuestas impactarían la calidad de vida de la gente y la estabilidad política del país –en última instancia, garantía de nuestro crecimiento económico–, pero decidió transitar por el formalismo congresual y acelerar un proceso que, más que consensuado, lució festinado.

Hoy el país amanece con una nueva Constitución y la gente ni se entera, y en tres días ya eso no será noticia; aunque seguirá sintiéndose la resaca de la ola fiscal fallida o se extrapolará la lucha política en la reforma laboral, mientras la seguridad social

está en turno al bate; y muchos se preguntan dentro del partido –y muchos más fuera– ¿era necesario hacerlo de esa forma? Pero ya es irrelevante la respuesta.

Tags relacionados