Un Mescyt robustecido, a favor de la educación superior, la investigación, las ciencias, las tecnologías y la innovación
Desde el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Mescyt) nos comparten un documento mediante el cual la entidad satisface inquietudes en torno a los resultados obtenidos y las obligaciones que varias leyes y normativas les han impuesto, las cuales, en medio del proceso de su fusión con el Ministerio de Educación, propuesto desde el Poder Ejecutivo y en vía de aplicación, ameritan ser ponderadas para propiciar que las capacidades y funcionalidades institucionales, vitales para tales fines, no sean obstruidas ni debilitadas.
Rector del denominado Sistema Nacional de Educación Superior, Ciencia y Tecnología creado por la Ley 139-01, el Mescyt tiene por misión, establecida en el Artículo 11 de dicho instrumento normativo: “g) Incentivar y propiciar la investigación científica, así como la experimentación, la innovación y la invención de tecnologías asociadas a capacidades y talentos que son inherentes al desarrollo de las ciencias y a la aplicación de éstas en las áreas productivas de la industria y los servicios”.
Esta sola descripción revéala el vínculo de la entidad con el desarrollo nacional y por qué se aspira a que robustezca en sus dimensiones institucional, funcional y presupuestaria.
Con una asignación cuya porción mayor (>50%) se transfiere a la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), el Mescyt dispone de 6 y 8 mil millones anuales para articular las precitadas tareas, caracterizadas por sus altos costos dado que quienes las pueden llevar a cabo han de ostentar niveles de especialidad, habilidad, conocimientos y experiencia que satisfagan las más altas exigencias y normativas.
Actúa esta entidad en un entorno renuente a valorar el talento y saberes ajenos, como el Ministerio de Cultura consigna en sus documentos estratégicos, incluyendo tal praxis de desprecio a los científicos, conocedores, artistas e intelectuales entre los factores obstructivos del desarrollo sectorial.
Con tal presupuesto, la entidad debe mantenerse operativa para procesar, por ejemplo, los 91,933 execuátur que corresponden a los egresos de las universidades nacionales y acopiar, dar curso y resolver en torno a más de 18,213 documentos recibidos desde Instituciones del Sistema de Educación Superior (ISES).
Ese, sin embargo, es el trabajo rutinario, para cuya transparencia, agilidad y seguridad autenticable la entidad creó y opera el Sistema Nacional de Información de Educación Superior, Ciencia, Tecnología (SNIESCyT) que ahora también incluye la innovación.
Los retos del desarrollo desde la educación, gobierno y sector privado
Una entidad de tal calibre y obligación podría ser candidata a crear y gestionar un fondo nutrido por recursos provenientes de las famosas alianzas público-privadas. Basta recordar que recientemente el Mescyt aportó RD$68.8 millones a varias universidades y centros de investigación para que investiguen cómo combatir y aprovechar el sargazo, abarcando “áreas de ciencias básicas, el monitoreo y la predicción de afluencia del alga en las costas, la caracterización taxonómica y fisicoquímica, los cambios geomórficos generados, además del efecto del cambio climático y las antropogenéticas en las playas”, revelando su importancia para la industria turística y su potencialidad para el desarrollo de soluciones agrícolas.
El responsable de la cartera, el doctor Franklin García Fermín, es un funcionario de un activismo pocas veces visto. Podríamos decir de maratónica productividad. Los registros institucionales lo vinculan a más de 4,300 actividades de todo tipo, en instituciones y universidades, durante los cuatro años recién transcurridos.
Aparte de las responsabilidades que sobre los campos de la investigación, el cultivo de las ciencias y el desarrollo de tecnología e innovaciones confiere al Mescyt el precitado literal de la 139-01, otras leyes lo hacen protagonista de urgentes procesos nacionales relativos a la esperanza de desarrollo, alcanzable desde la educación superior. Esos textos jurídicos son: la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial de la República Dominicana; la Ley 1-12 sobre Estrategia Nacional de Desarrollo 2030; el Decreto 588-20 que declara de prioridad nacional la industrialización del país y el Decreto 324-24 que declara de alta prioridad nacional la promoción, la innovación y el desarrollo de la industria de semiconductores en la República Dominicana.
¡Todo un universo por eclosionar!
¿Cómo lograrlo, hacerlo posible y tangible, con unas capacidades de acción reducidas por los motivos precitados, sobre las cuales ahora, por las precitadas causas y fusión, se teme que puedan resultar erosionadas?
El Mescyt, sin embargo, no se amilana: aprobó 236 nuevos proyectos a los que destinó RD$1,658.7 millones durante el cuatrienio, con duración de 12 a 36 meses, casi el doble (+43%) de los que recibió en 2020. Como efecto, la inversión actual en este tipo de iniciativas totaliza RD$5,364.5 millones. De tal modo, el denominado FONDOCYT (Fondo Nacional de Innovación y Desarrollo Científico y Tecnológico) que gestiona, en la actualidad cuenta con RD$338 millones, +54% que en el 2020 desde cuando, y hasta el 2023, ha recibido RD$1,658.7 millones para 236 proyectos de investigación.
La investigación, las ciencias, las tecnologías y la innovación integrando a fascinados educandos
Hemos atestiguado las constantes entrega de becas a universidades del exterior y locales que periódicamente realiza la entidad. También el crecimiento de los programas de lenguas por inmersión entre los cuales destaca el del inglés. Y las constantes firmas de convenios con centros de educación superior del país y el exterior; con empresas interesadas en temas vinculantes y con gobiernos…
“Entre los logros más importantes generados por los proyectos financiados” —afirma el Mescyt— “están la obtención de tres patentes, entre ellas la molécula anticáncer; producción de biogás con las del Río Ozama; nuevo tratamiento para el Helicobacter pylori y 16 publicaciones en revistas indexadas; entre otros productos científicos”. Tal aceptación evidencia el crecimiento del interés la investigación en los profesionales locales, y su presencia mejorada ante los ojos y parámetros de los editores de la comunidad internacional. Se trata de un logro de obligatoria ponderación y efecto que, junto a la incorporación a la Carrera Nacional de Investigadores (CNI) de 732 nuevos miembros (+53% que en 2020), hasta totalizar 1,556, se constituye en un ilustrativo indicador del interés de los profesionales por el tema y las distintas disciplinas, auspicioso de potenciales resultados.
Hacia un Mescyt robustecido
Igual o mayor importancia adquiere la difusión de la investigación, las ciencias, las tecnologías y la innovación que en los espacios universitarios y entre sus educandos realiza el Mescyt anualmente, a través de la llamada “Semana Dominica de Ciencia y Tecnología”. En esta y durante 2 semanas se realizan actividades académicas y profesionales.
Resalta el fulgor y entusiasmo con los cuales la juventud estudiantil la está acogiendo, verificable observando el reporte de asistencia y participación: 50 actividades y 1,770 presentaciones orales y en carteles llevadas a cabo por más de 20 países, de forma directa o indirecta, reuniendo y relacionando a investigadores, docentes y educandos en tal número que superaran los 40 mil.
El tema de la educación superior, las ciencias, las tecnologías y la innovación ha devenido cotidiano, adquiriendo importancia y valor incrementado entre los jóvenes en formación e importantes educadores y profesionales. Se debe garantizar que sus actividades sean gestionadas desde una institución robustecida, capaz de hacer realidad las aspiraciones por un futuro promisorio, hoy, cuando el éxito y el poder emanan del conocimiento y las economías emergentes enfrentan serios riesgos de sostenibilidad derivados de sus debilitadas y obstruidas opciones productivas y de generación de riqueza y valor agregado.
Ojalá lo entiendan líderes económicos, sociales, empresariales y políticos: el Mescyt es la oportunidad nacional de superar el charco interno e ir más allá de lo antillano.