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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Que se j… el otro, si yo resuelvo

Casi llegamos a la categoría de selva en diversos ámbitos de la vida cotidiana, porque poco a poco se impone en el país la cultura de “que se j… el otro, si yo resuelvo”. No importa si el prójimo resulta afectado, siempre que yo pueda solucionar mis problemas e inconvenientes a corto, mediano y largo plazo.

Willie Colón y Héctor Lavoe, en una salsa dedicada al antisocial Juanito Alimaña, de su álbum “Vigilante”, lanzado en 1983, lo describieron perfectamente en el siguiente estribillo: “La calle es una selva de cemento y de fieras salvajes, como no, ya no hay quien salga loco de contento, donde quiera te espera lo peor”.

Y en calles, avenidas y carreteras del país es donde se espera cada día lo peor, con una realidad que frustra y desalienta, pero que lamentablemente comenzamos a normalizar, porque ya se ha vuelto cotidiana.

El pasado martes vi dos episodios que la retratan. Me desplazaba por la avenida Máximo Gómez del Distrito Nacional y el chofer de un camión se ubicó en el carril de la derecha para doblar a la izquierda, sin importarle que el semáforo daba paso a todos los vehículos que se colocaron correctamente detrás de él. Ese mismo día quienes se movilizaban por la avenida Nicolás de Ovando, en la zona norte de la capital, enfrentaron el estrés generado por un tapón de casi una hora en un pequeño tramo de cinco cuadras, porque una empresa ubicada en la estrecha vía estaba descargando mercancías de cuatro furgones. Me imagino la cantidad de personas que llegaron tarde a sus trabajos, centros de estudios, citas médicas y otras diligencias. En ambos casos se impuso esa cultura de “que se j… el otro”, si yo resuelvo.

Los vehículos en vías estrechas se estacionan en paralelo a otros que ya están en paralelo, dejando un pequeño trillo para circular en doble vía. Y por la calzada circulan vehículos en medio de tediosos taponamientos y también peatones, porque los comerciantes tienen las aceras obstruidas con mercancías en exhibición. La actitud de “que se j… el otro”, si yo resuelvo.

El doble parqueo genera largos y tediosos taponamientos en calles y avenidas.

El doble parqueo genera largos y tediosos taponamientos en calles y avenidas.ARCHIVO/LD

Los talleres de mecánica dejan todo el entorno donde accionan sucio de grasa, reparan los vehículos hasta en las aceras. Suelen dejar esas unidades, algunas en pésimas condiciones, estacionadas en frentes ajenos por semanas y hasta meses. Si les reclamas a los dueños te dicen que están en la vía pública y pagan placa. El derecho a “que se j… el otro”, porque soy un padre de familia que procura su sustento.

Los ciudadanos arrojan cada día miles de plásticos y otros desechos a las vías públicas, un bochornoso espectáculo que no solo afea las comunidades, sino que las deja inundadas con cualquier aguacero de mediana intensidad. Y no importa que en los dos últimos años hayamos tenido noviembres con la capital colapsada. “Que se j… el otro”, si yo puedo deshacerme de mis desperdicios.

Estás como ciudadano ejemplar tomando un turno o haciendo una larga fila para solicitar un servicio, pero llegan los que durmieron mañanas a violar el orden con influencias o triquiñuelas. El sabichoso con las habilidades para “que se j… el otro”, mientras yo resuelvo.

La consigna de “que se j… el otro” se observa a todos los niveles, sin importar estatus social, si en el pasado se tocó guitarra y ahora violín, si se está arriba con presión o abajo con depresión.

El Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (Intrant) está consciente de todo el caos que predomina en el tránsito, pero está más centrado en aplicar contratos que había “anulado” o en incurrir con su autoridad en la estafa de cobrar cuatro años por la licencia de conducir, aunque sólo conceda dos, a las personas mayores de 65 años. “Que se j… el otro”, si yo resuelvo recaudando más y sacando mi tajada de un cuestionado acuerdo.

Los comerciantes obstruyen con casetas y mercancías el paso peatonal por las aceras.

Los comerciantes obstruyen con casetas y mercancías el paso peatonal por las aceras.ARCHIVO/LD

Las distribuidoras de electricidad suben la tarifa de manera indiscriminada a quienes pagan el servicio, porque son incapaces de cobrar la energía consumida en la mayoría de los barrios y también a clientes con un astronómico consumo. La conveniente salida de “que se j…” el que esta regularizado de la tan vilipendiada clase media.

El gobierno intenta aplicar una reforma fiscal lesionando a la mayoría de la población, pero sin tocar sus gastos y el despilfarro de los recursos del erario. La manera más fácil de “que se j… el otro”, para obtener los recursos que permitan seguir derrochando.

También toma préstamos a diestra y siniestra amparado en un Congreso Nacional que actúa como “sello gomígrafo”, incapaz de fiscalizar en qué se invierte realmente ese dinero. “Que se j…” la próxima gestión si decide pagar, el ahora es que cuenta para promocionar lo que no hago, tener medios de comunicación que callen y si de repente los chelitos no me rinden, “que se j…” el contribuyente con más impuestos.

Se apela con mucha frecuencia al término “década perdida” para etiquetar a gobiernos que tuvieron la oportunidad de impulsar reformas estructurales que cambien el peligroso derrotero que llevamos como nación. La oportunidad de oro que no han sabido aprovechar para garantizar la convivencia social cada día más resquebrajada.

No sé cuándo se fue por el desagüe la “moral y cívica” que con tanto empeño nos inculcaron, primero en el hogar y luego en los salones de clases. Hace tiempo que los padres “apoyan” a sus hijos dándoles todo cuanto pidan, bajo la máxima: “No quiero que pasen lo que yo pasé”. Y los educadores –pocos son maestros y maestras, utilizando un lenguaje no sexista para evitar que me crucifiquen porque al final eso es lo que importa- hace tiempo que tiraron la toalla con una generación que podría convertir la futura existencia en una selva apocalíptica.

Parece una tarea ciclópea recuperar los pilares que permitan moldear ciudadanos responsables, comprometidos y artífices de una sociedad donde se garantice el bienestar y la convivencia pacífica. Pero hay que encararla sin más dilaciones.

Nuestra prioridad más inmediata como nación, en un mundo tan interconectado y viral, debería ser desarraigar de la psique del dominicano esa cultura de “que se j… el otro, si yo resuelvo”.

Y lograrlo va más allá incluso de la aplicación rigurosa de la ley, porque se trata más de la moral y el civismo que han ido quedando en el baúl de los recuerdos. En Gálatas 5:22-23, la Santa Biblia nos razona con sabiduría que “El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”.

Sin una sociedad cimentada en valores y principios resulta prácticamente imposible ponerse aunque sean un momentito en los zapatos del otro. Y si seguimos por ese rumbo, actuando como fieras salvajes, llegará el momento en “que no se j…” exclusivamente el otro, sino todo el cuerpo social.